Mateo 5:13-16
“VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. ASÍ ALUMBRE VUESTRA LUZ DELANTE DE LOS HOMBRES, PARA QUE VEAN VUESTRA BUENAS OBRAS, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Pasando un día por una de las vías principales de la ciudad donde vivo me encontré con una vista interesante; en el centro de esta avenida estaba esta área verde que separaba ambas vías, y en ellas se encontraban árboles de maple, estos árboles que durante el otoño sus hojas cambian de color del verde al rojizo intenso, una bella vista. Pero lo que realmente captó mi atención fue ver que en medio de todos esos árboles con hojas anaranjadas y rojizas se encontraba uno que aún no cambiaba su color, aquel árbol todavía tenía las hojas verdes, haciendo que sobre salga de los demás marcando una diferencia notable.
Este árbol verde me llevó a reflexionar sobre las palabras de Cristo cuando dijo que aquellos que decimos ser discípulos de Él debemos vivir siendo la Sal y la Luz del mundo. Somos personas que aparentemente somos iguales a todos los demás, pero que en realidad debemos vivir diferente.
Un discípulo de Cristo debe vivir como tal, marcando la diferencia entre las demás personas en la tierra. Ser sal y luz del mundo es vivir con una conducta piadosa que apunte a la vida de Aquel a Quien seguimos a pesar de que vivamos en un mundo corrompido por el pecado.
Jesucristo, orando por nosotros en el Monte de los Olivos, pidió al Padre para que nos ayude a vivir como hijos de Dios.
Juan 17:9-18
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.”
Nuestro llamado es claro, ser Sal y Luz; nuestro Señor intercedió por nosotros para que Dios nos guarde del mundo; ahora es nuestra decisión y responsabilidad vivir como discípulos de Cristo y no seguir la corriente de este mundo.
Que lo que digas, hagas, pienses, comentes, cuentes, veas, en fin, todo tu ser, lleve al mundo a ver a Dios en ti.
Efesios 5:1
“SED, pues, IMITADORES DE DIOS como hijos amados.”
Amén 🙂
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Somos la sal y la luz de este mundo asi lo dice la escritura……………….Amen……
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