Efesios 1:15-23
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; Y SOMETIÓ TODAS LAS COSAS BAJO SUS PIES, Y LO DIO POR CABEZA sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”
Para todos los creyentes que participan activamente en la obra, y en especial aquellos pastores y misioneros que con amor y ahínco trabajan día a día en la expansión del Reino de Dios, es de importancia recordar que estamos en una tarea espiritual sumamente valiosa, misma que la inició Jesucristo (Mateo 16:18).
Pero para la Iglesia, la tarea no sería sencilla; desde sus inicios y hasta el final de su era siempre encontrará oposición que querrá detener su expansión e irá en contra de la autoridad dada a ella por el mismo Señor. Esto ha sido una realidad desde la primera iglesia en Hechos 3 hasta el día de hoy. Esta oposición es evidente y constante.
La oración de Pablo es para que Dios de a la iglesia un mayor entendimiento de quien es Él y de la esperanza a la que hemos sido llamados. Además, que podamos comprender las riquezas de nuestra herencia en Cristo y del poder de Dios que opera en nosotros, mismo poder otorgado por el Espíritu Santo y que resucitó a Cristo. Ahora Cristo, la Cabeza de la Iglesia, está sentado a la Diestra de Dios y tiene completa soberanía sobre todo y todo está bajo Sus pies.
La iglesia ha sido enviada con la autoridad de Cristo a cumplir una tarea colosal (Mateo 28:18-20). Pero recordemos que nuestra tarea no es sencilla, que la oposición es constante, que los desafíos estarán presentes; a pesar de ello debemos continuar cada día en esta gloriosa batalla llevando la luz a donde solo hay oscuridad, esperanza en donde solo hay desconsuelo, paz a donde solo hay aflicción, y vida a donde solo se halla muerte.
Trabajemos con firmeza y determinación llevando la verdad y levantando la Cruz en alto, hay mucho por hacer hasta que venga nuestro Señor. Al igual que Pablo, nosotros también oremos para que Dios nos ayude a cumplir esta tarea, para que continuemos cimentados en estas verdades luchando hasta el final. Sí, la Iglesia de Cristo está en batalla espiritual, pero segura es la victoria con Él por “Capitán”.
«Señor, gracias por Tu Iglesia y la autoridad otorgada a ella»
“Estad por Cristo firmes”
¡Estad por Cristo firmes,
soldados de la cruz!
Alzad hoy la bandera,
en nombre de Jesús.
Es vuestra la victoria,
con él por Capitán;
Por él serán vencidas
las huestes de Satán.
¡Estad por Cristo firmes!
os llama él a la lid;
¡Con él, pues, a la lucha,
soldados todos id!
Probad que sois valientes,
luchando contra el mal;
Es fuerte el enemigo,
mas Cristo es sin igual.
¡Estad por Cristo firmes!
las fuerzas vienen de él;
El brazo de los hombres
es débil y es infiel.
Vestíos la armadura,
velad en oración;
Deberes y peligros
demandan gran tesón.
LETRA: George Duffield, 1858.