Filipenses 2:13
“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
A menudo nos encontramos diciendo que “Dios puso” cierto deseo “en nuestro corazón”, o lo escuchamos decir a alguien. Esta frase hace referencia al hecho que la persona que lo dice pone como autor intelectual de un deseo a Dios, dándole a Él crédito por la idea. Con frecuencia es utilizada esta frase para dar por sentado que lo que sentimos es dado por Dios, y por lo tanto nuestro deseo es correcto y provechoso… O por lo menos, eso creemos. Pero, ¿qué tanto de cierto es ello?
Debemos recordar que Dios nos creó con deseos y voluntad. Estos están influenciados por múltiples fuerzas que los pueden generar. Es cierto además que Dios si obra en la vida de cada creyente para generar, por medio del Espíritu Santo, deseos que son originados por Él para cumplir con sus planes (Filipenses 2:13). La pregunta que sobresale entonces es: ¿Cómo identificar sinceramente que un deseo es dado por Dios o no?
No olvidemos que nuestros deseos pueden estar afectados por buenas y malas motivaciones, pero no necesariamente las buenas motivaciones pueden ser impulsadas por Dios únicamente, sino por nosotros mismos también. No todo lo que deseamos, aunque sea bueno en su forma o meta, es plenamente la voluntad de Dios, muchos de esos deseos pueden ser deseos vanos, no fructíferos. El corazón del hombre es engañoso y los caminos que puede escoger no necesariamente fructíferos (Jeremías 17:9; Isaías 55:8-9), por lo que algunos de los deseos que nacen en nosotros no son deseos que Dios pude haberlos “puesto”.
Otra cosa que debemos recordar es que mi deseo puede ser tan intenso que realmente podríamos pensar que si es de Dios. Muchos oramos tanto acerca de ese deseo que parecería que Dios está guiándonos hacer algo para alcanzarlo porque la intensidad del deseo incrementa más y más. Recordemos que un pensamiento que puede llegar a nuestra mente puede trabajar tanto en nuestra voluntad que entre más lo pensamos incrementa el deseo, y si oramos sobre ello, podría aparentar que Dios es quien está obrando.
Para saber si el deseo que tenemos ha sido “puesto por Dios en nuestro corazón” podemos hacer este sencillo ejercicio que nos puede ayudar:
- Mire si este deseo no crea algún conflicto en su vida o de otros, y si lo crea, que podría ocasionar.
- Hable con otros acerca de la idea y pregunte a ver que piensan, sobre todo hágalo con personas maduras en la fe o con su pastor.
- Pase tiempo orando y preguntando a Dios si es este deseo es dado por Él o no. Muchas veces nuestra oración no está dirigida a preguntarle su aprobación, sino a pedir su directa bendición, pues nosotros ya lo “hemos aprobado y deseado”.
- Escuche a Dios en su Palabra. El tiempo que pase en búsqueda de la respuesta siempre será valioso y provechoso. No dé por sentado que la respuesta de Dios es cierta hasta que escuche personalmente de Él que ese deseo es su divina voluntad.
- Una vez pasado por este filtro de pasos, entonces podría decir que sí, realmente Dios ha puesto ese deseo en su corazón, y que no es su propia y personal voluntad, entonces puede proceder a hacerlo.
Dios siempre estará dispuesto a ayudarnos cuando de todo corazón buscamos su buena voluntad.
«Padre, ayúdame a ser diligente en desear solamente tu voluntad»
Jeremías 33:3
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”