Isaías 28:23-29
“Estad atentos, y oíd mi voz; atended, y oíd mi dicho. El que ara para sembrar, ¿arará todo el día? ¿Romperá y quebrará los terrones de la tierra? Cuando ha igualado su superficie, ¿no derrama el eneldo, siembra el comino, pone el trigo en hileras, y la cebada en el lugar señalado, y la avena en su borde apropiado? PORQUE SU DIOS LE INSTRUYE, Y LE ENSEÑA LO RECTO; que el eneldo no se trilla con trillo, ni sobre el comino se pasa rueda de carreta; sino que con un palo se sacude el eneldo, y el comino con una vara. El grano se trilla; pero no lo trillará para siempre, ni lo comprime con la rueda de su carreta, ni lo quebranta con los dientes de su trillo. TAMBIÉN ESTO SALIÓ DE JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS, para hacer maravilloso el consejo Y ENGRANDECER LA SABIDURÍA.”
En el caminar diario de la vida nos encontramos con cientos de miles de interacciones cotidianas. Una persona caminando por la vereda dispuesta a trabajar se puede encontrar con alguien vendiendo en la calle, otra persona dirigiendo el tránsito; volteamos a ver y la señora de la esquina está comprando pan hecho de madrugada para desayunar en casa. Los choferes de los buses y taxis llevando a las personas a la escuela, el trabajo o algún otro lugar.
Vamos al campo y vemos a personas labrar la tierra, otros lidiando con los animales de la granja para obtener los alimentos que nos servimos diariamente. En las industrias se fabrican millones de artículos que van destinados a otros millones de actividades de nuestro diario vivir. En fin, millones de cosas para millones de actividades. Pero, ¿de dónde viene todo este movimiento? ¿Cómo el hombre ha inventado tantas cosas para su beneficio? ¿Tanto conocimiento, de dónde proviene?
Isaías, hablando al pueblo de Israel, le explica durante los capítulos 28-31 los juicios que Dios ha establecido y la manera de cómo va a obrar para castigar, corregir e instruir en justicia a su rebelde pueblo. Mientras da esta explicación, utiliza una parábola en los versículos 23-29 del capítulo 28 para ilustrar la manera de cómo Dios obra con cada uno de los pueblos y personas. Menciona al labrador, quien por instrucción de Dios (v. 26 y 29), trabaja en forma distinta con cada uno de los granos: la avena, el eneldo, el comino, el trigo, y la cebada. El terreno es preparado de manera especial para cada grano, y cada grano es sembrado distintamente (v. 24-25). Al momento de la cosecha, cada grano es cosechado distintamente para que se aproveche al máximo su producción (v. 27-28).
En verdad que todo lo que el hombre hace en su diario vivir han sido instrucciones dadas por Dios. Desde el mismo momento de la creación, Dios ha instruido al hombre en todas sus actividades diarias (Génesis 1:28). Aun, aunque el hombre no lo reconozca como tal, todo lo que el hombre sabe y ha creado, ha sido un conocimiento otorgado por Dios.
Cuando camine por la vida, y ponga atención a los sencillo y común, aún en ello hay sabiduría de Dios. Y si Dios obra de esta manera instruyendo al hombre, pues no nos sorprendamos en la manera en la que obra en cada uno de nosotros de diferentes formas. Así como la parábola del labrador es un ejemplo pintoresco para Israel; así en nuestra vida, Dios está “labrando” con sabiduría lo que debemos ser.
Salmos 92:5
“¡CUÁN GRANDES SON TUS OBRAS, OH JEHOVÁ! Muy profundos son tus pensamientos.”