Deuteronomio 24:5
“Cuando alguno fuere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó.”
<<Hay dos maneras en que es posible unir las cosas. Una es por medio de la congelación y la otra, por medio del calor>> Dwight Moody.
Esta segunda razón no puede estar más cerca de la verdad cuando nos referimos a la manera como una pareja de recién casados debe iniciar su vida matrimonial.
El matrimonio comienza a tomar forma antes del mismo día del casamiento, pero es en el primer año de éste en donde llega a darse esa unión tan fuerte que se requiere para mantenerlo unido por el resto de sus vidas.
Es en el primer año de matrimonio donde los mayores ajustes se dan en ambos. Y aunque en los primeros meses esto parece sencillo ya que la pasión llena mucho de esta primera etapa, a medida que va pasando el tiempo, se van encontrando “otras cosas” que se desconocían de su pareja.
Al amanecer de los primeros meses, después de una noche apasionada, todo parece multicolor; pero a medida que pasan los días vemos ciertas cosas que nos llaman la atención: La persona con quien nos hemos casado no cierra bien la tapa de la pasta dental; ocupa mucho espacio en la cama; ronca casi toda la noche; hace ruido cuando come; etc. Esas cosas que parecerían insignificantes llegan a llamar la atención ahora.
El sobrellevar esos detalles con amor, aprendiendo a adaptarse y a compartir otras cosas más valiosas nos permitirán adaptarnos a esta nueva vida.
Pero a pesar de que esta etapa de adaptación es un reto para cada persona en la pareja, es cierto que es en esta misma etapa en donde llegan a fundirse los dos individuos en un solo ser: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:24)
Nuestro amado Dios, comprendiendo muy bien todo lo que necesitan los recién casados, estableció ciertos principios que van a favorecer el establecimiento de una fuerte relación matrimonial en su primer año.
Génesis 2:24 nos dice que una pareja, desde el mismo instante que se casa, debe pensar en vivir en una casa aparte (“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre”). Antes de casarse la pareja debe buscar un lugar independiente donde vivir.
En el mismo pasaje de Génesis nos habla no solo de un lugar propio, sino de una relación independiente de los padres. Uno de los problemas que muchas parejas enfrentan es el que uno de ellos, o ambos integrantes, no ha decidido dejar esa relación de dependencia parental. Quieren llevar a sus padres dentro de la relación, donde lo único que hará es introducir en una relación de 2 a terceros. Antes de casarse se debe ir ya rompiendo “el cordón umbilical” con los padres de ambos.
Deuteronomio nos dice que la pareja debe enfocarse en ellos mismos más que en nadie más. Previniendo algún inconveniente, Dios mismo estableció esta ley en la cual se excusaba al varón el ir a la batalla si el pueblo estaba en guerra. El propósito era ayudar al corazón de la mujer, que, por ser más sensible, necesita del afecto de su esposo en esta crucial etapa de adaptación (“para alegrar a la mujer que tomó.”), entre más enfocados en la misma pareja, mejor será (“ni en ninguna cosa se le ocupará”).
Valiosos y dignos principios de ser puestos en práctica que ayudarán a los recién casados a forjar esta relación que requiere mucha adaptación al inicio. Busque su propia casa, independícese de sus padres, deje actividades que no sean de provecho (si no edifica mi relación matrimonial, mejor no lo hago), enfóquese sobre todo y todos en su pareja, y formara un gran matrimonio para el resto de su vida con la ayuda de Dios. El primer año es vital para un arranque fuerte.
«Señor, dame sabiduría para forjar un fuerte y maravilloso matrimonio junto a Ti»
Proverbios 24:3, 4
“Con sabiduría se edificará la casa,
Y con prudencia se afirmará;
Y con ciencia se llenarán las cámaras
De todo bien preciado y agradable.”
«Fíate del Señor de todo tu corazón,…Recono’celo en todos tus caminos, y él enderezara’ tus veredas. (Proverbios3:5-6)
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