Deuteronomio 20:1-4
“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, SI VIERES CABALLOS Y CARROS, Y UN PUEBLO MÁS GRANDE QUE TÚ, NO TENGAS TEMOR de ellos, PORQUE JEHOVÁ TU DIOS ESTÁ CONTIGO, el cual te sacó de tierra de Egipto. Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo, y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; NO DESMAYE VUESTRO CORAZÓN, NO TEMÁIS, NI OS AZORÉIS, NO TAMPOCO OS DESALENTÉIS DELANTE DE ELLOS; PORQUE JEHOVÁ VUESTRO DIOS VA CON VOSOTROS, PARA PELEAR POR VOSOTROS contra vuestros enemigos, para salvaros.”
El carro de guerra particularmente era un carro de dos ruedas tirado por caballos. Este vehículo de “combate” fue muy popular en la Edad de Bronce y de Hierro. La fuerza de los caballos, acompañado con la agilidad de quienes iban maniobrando los carros impulsados por los caballos, daban al ejército una fuerza incrementada que sobrepasaba en gran manera la capacidad que un solo soldado podía otorgar en la infantería.
A diferencia de las batallas actuales, dónde las fuerzas se miden tanques, cohetes, aviones, misiles, y otros recursos bélicos más; en la época del Antiguo Testamento la manera como se medía la fuerza de un ejército se basaba principalmente en hombres a caballo y en los carros.
Dios, hablando al pueblo de Israel antes de entrar en la Tierra Prometida les otorga unas “guías de guerra” que les ayudaría a enfrentar al enemigo en momentos bélicos (Deuteronomio 20). Para la época en la que Israel entraría en la Tierra Prometida, el pueblo de Israel solamente contaba con un ejército de hombres a pie (infantería) armados con lanzas, espadas y arcos. Los ejércitos a quienes enfrentaría Israel, eran muchos de ellos naciones pequeñas, pero en algunos casos, sería ejércitos dotados con estas “armas poderosas” para combatir, como lo eran el ejército de Egipto, por ejemplo.
Era obvio que la confianza que Dios tenía que dar a Su pueblo, antes de ingresar a la Tierra Prometida, les aseguraría a ellos las victorias basadas, no en sus propias capacidades y limitaciones, sino en la seguridad que en la batalla Dios estaría junto a ellos (Deuteronomio 20:1, 4). Dios, dependiendo de la fe y la obediencia de Israel siempre le otorgó la victoria sobre cualquiera que fuera el enemigo, y en algunos de los casos, sin necesidad de haber un enfrentamiento físico cuerpo a cuerpo, como fue la conquista de Jericó (Josué 6).
En nuestra vida cristiana, nosotros también enfrentamos batallas que nos pueden desalentar. Sean estas batallas dadas por circunstancias que van más allá de nuestras capacidades, problemas de salud, necesidades financieras, etc. Estos problemas pueden intimidarnos, desalentarnos, descorazonarnos, llevándonos a un desmayo anímico. Nuestra confianza en Dios, en Su inmenso poder y amor hacia nosotros, acompañado a nuestra obediencia y fe pueden asegurarnos la victoria a pesar del tamaño de “nuestro enemigo”.
¿En dónde está su confianza hoy? ¿Está confiando en sus propios “caballos y carros”, o está confiando en el Dios que batalla por usted a su lado?
Salmos 20:7
“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; MAS NOSOTROS DEL NOMBRE DE JEHOVÁ NUESTRO DIOS TENDREMOS MEMORIA.”