1 Pedro 3:1-2, 7
“ASIMISMO VOSOTRAS, MUJERES, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, SEAN GANADOS SIN PALABRA POR LA CONDUCTA de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa… VOSOTROS, MARIDOS, IGUALMENTE, VIVID CON ELLAS SABIAMENTE, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.”
El comportamiento es el conjunto de actividades y reacciones adaptivas a los estímulos que provienen del exterior. Es la manera como reaccionamos ante las circunstancias y que pueden producir un beneficio o no. Esta manera de reaccionar o desempeñarnos puede influenciar el rumbo de las directrices de una circunstancia. La Biblia llama a este comportamiento el carácter o el testimonio de un creyente.
En la vida matrimonial y familiar el carácter o testimonio del creyente va a ser fundamental en la manera como el resto del hogar va a reaccionar, favoreciendo o no, las relaciones mutuas. Un creyente puede ser pilar para edificar una fuerte relación emocional familiar, al mismo tiempo que espiritual de las personas a su alrededor; o caso contrario, podrá ser el martillo y el cincel que va a mermar la fortaleza del pilar. Y en una pareja esto es fundamental.
Nuestro comportamiento puede construir una relación fuerte y segura con la pareja, o puede socavar la misma relación desquebrajando esa unión que debe existir.
Pedro, en su pasaje nos anima, tanto a la mujer como al marido, a vivir sabiamente. Nuestras acciones pueden causar más efecto que mil palabras. Este efecto podrá ser positivo cuando actuamos apropiadamente, puesto que fomentará el acercamiento y la manera como la otra persona actúe. Al contrario, cuando no actuamos debidamente, nuestras acciones mermarán la relación y lo que podamos decir.
Nuestras palabras tendrán menos efecto si nuestros actos no son los apropiados; pero si nuestra vida está llevada con un carácter piadoso, apacible, respetuoso y prudente; lo que digamos tendrá gran poder. Muchas veces nuestras palabras serían hasta innecesarias.
El amor que el esposo debe tener a la esposa, el cuidado con el que debe tratarla mejorará inmensamente la profundidad del respeto y el sometimiento de la mujer. En tanto que la mujer, al actuar con decoro, respeto y sujeción conseguirá de su esposo mucho más que su amor, favorecerá la manera de cómo la trata. Y aunque ambos, tanto el marido como la mujer, deben actuar como Dios pide, sin esperar nada de la pareja; siempre será un motivador mayor el ver que él o ella se conducen bíblicamente. Nuestro deber siempre será hacer nuestra parte: Sea esposo o esposa. Cuando mi testimonio sea bueno mis pocas palabras pueden valer más que un gran discurso.
Este principio dado por Pedro favorece tanto la vida espiritual como emocional de la pareja, y por qué no, aplicar este principio en la vida plena de la familia: Entre padres e hijos. Este principio de amor y buen trato mutuo debe ser como “conviene en el Señor” (Colosenses 3:18).
«Señor, que mis acciones hablen más que mil palabras»
Colosenses 3:18-19
“CASADAS, ESTAD SUJETAS a vuestros maridos, COMO CONVIENE EN EL SEÑOR. MARIDOS, AMAD a vuestras mujeres, Y NO SEÁIS ÁSPEROS con ellas.”