Hechos 16:13-15
“Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.”
Lidia es uno de los personajes bíblicos que siempre llamarán la atención por varias razones: Lidia fue la primera persona en Europa que escuchó el mensaje de salvación por parte del Apóstol Pablo. Además, esta mujer, originaria de Asia, se encontraba buscando a Dios con otras mujeres que se congregaban en una pequeña reunión de oración. Su fe en Dios era muy especial, pero requirió de la obra del Eterno Dios, Quién abrió su corazón, para que pudiera entender el evangelio. Sin darle mucho alargue al tiempo Lidia decide ser bautizada, y hace que toda su familia llegara a aceptar a Jesucristo como su Salvador, y todos en su familia son bautizados.
Hasta ahí todo iría muy bien, pero en medio de este relato existe algo que llama aún más su atención; acercándose al Apóstol le pide que vaya a su casa, utilice su morada como hotel para misioneros y que aproveche su hospitalidad para que continúe su labor evangelística en la ciudad de Filipos, mientras ella de seguro, seguiría escuchando más sobre el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Podríamos decir de alguna manera que Lidia estaba abriendo su casa para un estudio bíblico, para una célula, un grupo pequeño, mientras Pablo trabajaría para iniciar la iglesia en esa ciudad.
En muchas iglesias actualmente se tienen grupos pequeños o células de estudio para ayudar a las personas que los integran en el estudio continuo de la Biblia. Muchos de estos grupos brindan apoyo a sus integrantes por medio del compañerismo, la oración y el compartimiento del pan. La iglesia en Jerusalén, al inicio de su formación, también inició con las reuniones de grupos en sus casas en donde perseveraban “unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hechos 2:46, 47).
Si su iglesia tiene este valioso programa de grupos pequeños, ¿por qué no considerar el abrir las puertas de su casa para que usted y su familia crezcan juntos en el estudio de la Palabra de Dios? Es tan valioso para usted como para los suyos. Por otro lado, puede utilizar estas reuniones para que otros puedan llegar a conocer más a Dios y así se sigue fortaleciendo la iglesia. Dios bendecirá mucho esta oportunidad de seguir creciendo juntos a través de las reuniones en casa.
Solo recuerde algo muy importante: Siempre trabaje en sometimiento a su iglesia local. Hable con el pastor de su iglesia para que él o alguno de sus líderes sean parte de este grupo para que sean ellos quienes les ayuden a crecer mientras participan en la iglesia. En el ejemplo de la iglesia de Jerusalén, ellos se reunían en las casas y en el templo.
Si usted no puede abrir su hogar por alguna razón puede ser parte de algún grupo ya establecido también, pero siempre en conexión y sometimiento con su iglesia local. Si su iglesia no tiene estos grupos, no se preocupe, ore para que sea Dios Quién obre en favor de ellos mientras usted y los suyos leen la Biblia diariamente.
La vida familiar siempre será enriquecida cuando juntos crecen participando en el conocimiento de Dios y en conexión con alguna iglesia local.
Hechos 28:30
“Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían.”