Daniel 1:3-4 y 8
“Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. […] Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.”
Alarmante es el número creciente de gente joven que ingresa a la universidad o que inicia un trabajo después de graduarse de la secundaria y que comienza su camino hacia el pecado dejando atrás la iglesia, la relación con Dios, e inclusive, cambia sus pensamientos con respecto a lo que han aprendido de Dios y de la Biblia. En Norteamérica estos números crecen dramáticamente.
Según varias estadísticas, el porcentaje de jóvenes que comienzan una nueva vida (por universidad o trabajo) dejan de asistir a la iglesia regularmente. Entre el 70 hasta el 90% de estos jóvenes dejan la iglesia en sus primeros 2 años después de terminar la secundaria. Algunos de ellos la dejan por un año por lo menos, otros nunca más regresan. Una de las razones es su falta de una fe bien fundada. Muchos de estos jóvenes no ven en su casa un modelo claro a seguir en cuanto a su fe. Su asistencia a la iglesia se basa en una rutina, más que un deseo profundo de adorar a Dios. Si los padres no han trabajado bien en desarrollar una fe fuerte en los hijos, estos no ven una prioridad de seguir en algo que no es suyo ni lo comprenden bien.
Otros de los cambios que afectan es el cambio de lugar de residencia. Jóvenes que crecen en ciudades pequeñas, donde no existe educación universitaria, tienen que dejar sus hogares para ingresar a una universidad, lo que lo desconecta de la iglesia a la que asistía, incrementando el riesgo de que no llegue a asociarse inmediatamente con una iglesia local.
Otra fuerte razón por la que los jóvenes se alejan es la enseñanza que reciben. Muchas de estas universidades laicas no otorgan alguna enseñanza bíblica, al contrario, la debaten y la ridiculizan. Es muy conocido que el “pensamiento filosófico” que rodea a la enseñanza universitaria de hoy en muchos casos rechaza frontalmente a Dios y a Su Palabra. Esto, acompañado de una vida libre de “autoridad” de los padres, hacen que los jóvenes enfrenten tentaciones más que nunca. Con una comunidad juvenil que se deja seducir fácilmente por el pecado actualmente, las posibilidades se potencializan.
Daniel, al igual que sus tres amigos, fueron llevados a “estudiar” en una “universidad” muy especial. Ellos serían enseñados en la cultura y las creencias de una cultura muy distinta a la judía. Lo que produjo la diferencia en Daniel, Ananías, Misael y Azarías, fue que estos jóvenes se habían propuesto “de corazón” no contaminarse con nada que afectaría su cultura, menos su fe. Daniel sabía muy bien que lo que recibiría le haría daño espiritualmente. Conocía bien en Quien creía, qué es lo que creía, y porqué.
Entonces, ¿cómo ayudar a nuestros hijos que un día van a enfrentar la universidad o el trabajo?
La base estará en la enseñanza que desde pequeños les demos en casa, no podemos descuidar este vital elemento en la crianza de nuestros hijos. Debe iniciar con nuestra vida reflejada en lo que enseñamos, el testimonio, y transmitida a través de un tiempo diario devocional con el Señor, colectiva e individualmente. Nuestro tiempo de oración por ellos, para que Dios obre y transforme el corazón de nuestros hijos. Y el encontrar una iglesia donde la enseñanza a los niños y jóvenes sea fuerte, para que a través de la iglesia nuestros hijos vayan forjando su fe y conducta.
Recordemos que al final, la decisión propia de nuestros hijos será la determinante. Daniel propuso en su corazón, nuestros hijos deberán tomar su decisión. Nuestra tarea es hacer nuestra parte, pedir a Dios que obre, y serán ellos al final quienes decidan. Pero, todo lo que sembremos, tarde o temprano dará su fruto.
«Dios, ayúdame a enseñar a mi hijo de Ti, y obra en su corazón»
Proverbios 22:6
“Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”