Tito 2:6-7
“Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad.”1 Timoteo 5:8
“porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.»
Una vital enseñanza en la vida familiar es el Trabajo. Comprendiendo que ningún trabajo es realmente malo (a menos que vaya en contra de los principios bíblicos), si el propósito es llevar el sustento a la casa. Es desconsolador ver como existen hogares que favorecen, o negligentemente permiten, la vagancia en los hijos.
La Biblia nos enseña que la pereza es pecaminosa y destructiva (Proverbios 6:9-10; Proverbios 26:14-15; Eclesiastés 10:18), también nos dice que el ocio siempre lleva al pecado (2 Samuel 11:1-5), y que aquellos que no trabajan o que viven una vida perezosa son “peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
Desde el principio de la etapa cognoscitiva del niño se le debe dar pequeñas tareas que le ayudará a recordar que la vida en el futuro requerirá de su trabajo. Con tareas sencillas como el limpiar el cuarto, ayudar a recoger la basura en la casa, levantar los platos de la mesa después de comer, lavar platos y más; los niños deben aprender a desarrollar tareas en el hogar que fomenten o enseñen el valor del trabajo.
Muchas veces esta sencilla enseñanza requiere amor, paciencia y constancia. Muchos de los hijos no disfrutan tener tareas, no desean colaborar en la casa porque están “cansados” o tienen “otras cosas” que hacer. Es ahí donde muchos padres pueden caer en dos extremos peligrosos: 1) O se violentan y exigen que los hijos cumplan sus tareas con disciplina física excesiva; 2) o para evitar entrar en polémicas con sus hijos, los dejan sin enseñarles a trabajar. Es difícil para muchos padres enseñar esto, pero recordemos que si no hacemos un buen trabajo con los hijos desde que son pequeños, cuando sean grandes pueden darnos más problemas.
Busque actividades conjuntas en las que puedan trabajar con sus hijos. Si en su hogar están presentes ambos padres, se podría fomentar los “equipos de trabajo” (padres vs hijos, mujeres vs varones, etc.), o tome a uno de sus hijos por semana y participe con él en las tareas. Distribuya tareas por edades y prioridades. Hay varias cosas que podría hacer para motivar a los hijos a trabajar en el hogar.
Habrán cosas que sería mejor enseñar a los hijos de acuerdo a su sexo. Tareas de reparaciones con los varones, tareas de cocina y casa con las mujercitas. No necesariamente para fomentar el sexismo, sino porque cuando tengan sus propios hogares, cada uno pueda cumplir con sus respectivos roles bíblicos en su casa a cabalidad. Claro que, si uno de sus hijos quiere aprender otras tareas, sería fantástico motivarle a que aprenda también. Sobre todo, recordemos que será el varón el proveedor de la casa, mientras que la mujer quien cuide y administre la misma.
Recordemos que la mejor manera de enseñar es con el ejemplo. Una tarea compartida y dirigida por los padres, cuando fuere posible, siempre será mejor que una tarea llevada por un solo miembro del hogar.
Incentive el trabajo con recompensas, no siempre tiene que hacerlo, pero siempre será un motivante más. Pequeñas cosas como permisos, una golosina, un deseo personal sencillo de ellos, etc., pueden ser “grandes premios” que alienten a nuestros hijos.
2 Tesalonicenses 3:10
“Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.”