Proverbios 25:4-5
“Quita las escorias de la plata,
Y saldrá alhaja al fundidor.
Aparta al impío de la presencia del rey,
Y su trono se afirmará en justicia.”
La escoria es una sustancia vítrea, formada por las impurezas, que flota en el crisol de los hornos metalúrgicos. Esta escoria está presente en los metales que son extraídos de las minas. La escoria quita la pureza al producto primario obtenido, por lo tanto, no permiten que los metales sean aprovechados al máximo.
Lo interesante de este proceso de limpieza es que requiere de fuego alto para derretir toda la materia extraída de la mina para que de esta forma se pueda ver con facilidad las impurezas y así separarlas del metal.
En nuestra vida también existen impurezas que tienen que ser extraídas para ser mejores. Estas impurezas pueden ser pecados o hábitos que nos impiden crecer espiritualmente. Algunos de esos hábitos no necesariamente son dañinos en sí, pero que si limitan nuestro potencial.
Dios muchas veces utiliza las pruebas o los castigos para limpiar nuestras vidas de esas cosas que nos hacen daño y que afectan la obra que Él está haciendo. Lamentablemente, al igual que la escoria de la plata, nuestra “escoria” debe ser retirada por el “fuego” de un momento difícil en nuestras vidas. Lo maravilloso es el resultado que sale después de esta etapa. Dios poco a poco va realizando Su obra perfecta en nosotros.
Pero muchas veces esa “escoria” que nos afecta no necesariamente está en nosotros, sino con nosotros. Existen personas que pueden estar a nuestro lado y que han ocupado una parte importante en nuestra vida y que no nos permiten crecer. Estas personas que pueden ser muy importantes para nosotros, pero que con su influencia nos apartan de la piedad y nos motivan a lo malo.
Salomón nos dice que debemos apartar “al impío de la presencia del rey”, pues estos malos consejeros traen grandes conflictos y conducen a malas decisiones. El hijo de Salomón, el rey Roboam, no aprendió del consejo de su padre; éste, cuando el pueblo se le acercó a solicitar un favor, despreció el consejo de los ancianos que estuvieron con su padre y buscó consejo en sus “amigos de infancia” (1 Reyes 12:8-11), quienes obviamente le aconsejaron mal y trajo consigo perjuicio al reino ocasionando por esta mala decisión la división final de las tribus de Israel, llevando a la formación del Reino de Judá y el Reino de Israel.
El comentarista McGee dice: “Yo creo que una de las peores cosas que puede pasar a un individuo es tener un consejero maligno, alguien quien le puede guiar hacia las dificultades, problemas, y pecado.”
¿Qué pecado, qué mal hábito, o qué persona está en nuestra vida que no nos permite ser mejores? ¿Qué tan valioso puede ser ello en nosotros que no podamos decidir finalmente sacarlo de nuestra vida? No hay nada más triste que dejar que esta “escoria” no nos permita alcanzar el potencial que Dios tiene planificado para nosotros. Talvez no lo ha identificado aún, pero no quiere decir que no lo podemos descubrir.
Pida a Dios ayuda, busquemos despojarnos de todo aquello que nos aleje de nuestro potencial en Cristo, y crezcamos cada día en santidad y carácter.
«Señor, ayúdame a quitar todo aquello que afecta mi vida, y si me es muy difícil, quítalo Tú por mi»
Hebreos 12:1-2
“Por tanto, nosotros también, […] despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”