
Salmos 146:1, 2
“Alaba, oh alma mía, a Jehová. Alabaré a Jehová en mi vida; Cantaré salmos a mi Dios mientras viva.”
La música, y sobre todo cantar, son uno de mis pasatiempos favoritos. Puedo pasar varias horas escuchando y cantando buena música; pero cuando se trata de alabar o cantar a Dios, ahí es donde mi alma llega a deleitarse.
Hay una palabra que se encuentra en el encabezado del pasaje y al final de este, la palabra “Aleluya” (Sal 146:10). “Aleluya” proviene de una palabra compuesta hebrea que significa “alabar a Jah” o alabar a Jehová [halal (הָלַל, H1984) + Yaj (יָהּ , H3050)]. “Yaj” o “Jah” es la contracción hebrea del Nombre sagrado “Jehová”. La palabra “halal” también puede traducirse como celebrar, glorificar, cantar. De esta manera, “Aleluya” es una expresión que exhorta a cantar a Jehová en celebración, con el deseo de alabarlo y glorificarlo.
Los 6 últimos capítulos del Libro de Salmos son cantos que exhortan al pueblo a alabar a Dios (145 – 150). Comenzando desde su grandeza, bondad y poder (Sal 145), el Señor es digno de nuestra alabanza también por Su justicia, porque Él “hace justicia a los agraviados… da pan a los hambrientos… liberta a los cautivos… abre los ojos a los ciegos… levanta a los caídos… ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna” (Sal 146:7-9).
El Salmo 147 nos dice que “es bueno cantar salmos a nuestro Dios; porque suave y hermosa es la alabaza” (v. 1). Dios merece nuestra alabanza por los múltiples favores que recibimos de Él. El Señor restaura a Su pueblo, “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas… exalta a los humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra… Él es quien cubre de nubes los cielos… prepara la lluvia para la tierra… el que hace a los montes producir hierba. Él da a la bestia su mantenimiento. […] Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”. Guarda al pueblo y lo bendice con Su paz. Y envía Su Palabra con poder, propósito y fidelidad (v. 2-3, 6, 8-9, 11, 13-20).
El Salmo 148 exhorta a toda la creación a alabar a Dios. Desde los ángeles, los cielos y sus astros, las nubes, todos los habitantes de la tierra, desde los “monstruos marinos” hasta “el árbol de fruto y todos los cedros; la bestia y todo animal”. “Los reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y todos los jueces de la tierra; los jóvenes y también las doncellas, los ancianos y los niños”. (v. 1-7, 9-12).
“Cantad a Jehová cántico nuevo” nos dice el Salmo 149 (v. 1). Este salmo nos enseña que la salvación solamente viene de Dios (v. 4 Comp. Ef 2:8, 9). El salmo recuerda a Israel que Dios es su “Hacedor” (v. 2), mientras que Pablo nos recuerda que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús” (Ef 2:10). La expresión “cántico nuevo” está relacionado en el A.T. con la salvación de Israel (Sal 40:3; 96:1; 98:1; Is 42:10); y en el N.T. será el canto de los redimidos del Señor ante Su trono (Ap 5:9; 14:3).

Por todo esto, el Salmo 150 nos enseña que debemos “alabad a Dios en su santuario… en la magnificencia de su firmamento… por sus proezas… conforme a la muchedumbre de su grandeza”. Nada debería impedirnos alabar a Dios todos los días de nuestra vida. Dios ha sido, es, y será tan bueno con los Suyos, que el último versículo de este hermoso Libro con firmeza llama a que “todo lo que respira alabe a JAH” (v. 1, 2 y 6).
Sí, “mientras viva”, ¿por qué no alabar a Dios con su “alma” entera? (Sal 146:1, 2). Cada día de nuestros días, con gran regocijo, en sentido de adoración, con las manos levantadas, con el corazón quebrantado, con su mente y entendimiento, con todo su ser, alabe al Señor, digno de toda nuestra alabanza.
«JAH, digno de ser alabado por siempre»
Salmos 149:5, 6
“Regocíjense los santos por su gloria, Y canten aun sobre sus camas. Exalten a Dios con sus gargantas…”