Marcos 3:1-6
“Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.”
- El hombre de corazón duro busca momentos para hacer daño.
- El hombre de corazón duro no tiene compasión por otros.
- El hombre de corazón duro rechaza a Dios abiertamente.
- El hombre de corazón duro se enoja más cuando las cosas no le salen bien.
- A Dios le entristece, pero le molesta también, el corazón duro del hombre.
La dureza del corazón es la acción o el estado de resistir y rechazar la Palabra de Dios y Su voluntad. Este rechazo puede incluir al mensaje como el mensajero lo que entrega.
Por lo que vemos en Hebreos 3:13 y 1 Timoteo 4:2, el endurecimiento es un proceso creciente de rechazar a Dios y llevarlo hasta acallar todo sentimiento de conciencia de pecado. Provocando una cauterización (insensibilidad) completa de la conciencia.
Muchos tenemos la tendencia a enojarnos más ante la dureza del hombre, y poco a entristecernos por su condición. Ambos sentimientos deberían estar presentes. Si expresamos más molestia que tristeza, entonces nuestro corazón está endurecido por nuestra falta de perdón y compasión.
Hechos 7:51
“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.”
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