Cantares 4:16
“Levántate, Aquilón, y ven, Austro; soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. VENGA MI AMADO A SU HUERTO, y coma de su dulce fruta.”
Una de las agradables experiencias de vivir en el campo o cerca de una casa con un gran jardín es el de poder levantarse temprano en la mañana y caminar a través de áreas llenas de flores. El rocío nocturno llena de frescura los pétalos de las flores y la brisa que se da por la mañana levantan el aroma refrescante de ellas. El aire se llena de aromas encantadores que impregnan nuestros sentidos de frescura y paz.
En ciertas áreas tropicales también los frutos tienen aromas tan agradables que provocan comerlos al mismo tiempo que los percibimos con sus fragancias frescas y exóticas. Una buena fruta es muy apreciada en nuestros paladares.
Salomón anhela presentar su “huerto” lleno de frutos dulces y de aromas que sean presentados a su amado Señor como un presente de amor. Salomón esperaba que la presencia de los vientos del norte y del sur, Aquilón y Austro, levanten el aroma del huerto que serían presentados a su Amado como una manifestación de amor.
¿Cuándo fue la última vez que nosotros anhelamos presentar “tal escenario” con nuestra vida a Dios?
La Biblia nos dice que nuestros actos de obediencia son representados en forma simbólica como una ofrenda de “olor grato”. Jesucristo dijo que las personas que expresen amarle lo deberán hacerlo a través de la obediencia (“Si me amáis, guardad mis mandamientos” Juan 14:15). La obediencia es una ofrenda de aroma grato.
Las obras beneficiosas hechas en obediencia a Dios tienen significado eterno y son considerados como frutos. Jesús dijo que “separados de Él” no podemos producir fruto (Juan 15:5). Todo lo que hagamos para el Reino de Dios y que esté dentro del plan de Dios es considerado como fruto. Dios nos ha llamado a llevar mucho fruto (Juan 15:16).
Nuestra vida debe ser una ofrenda continua de amor a Dios. Él nos amó enviando a su Hijo Jesús a morir por nosotros, y nuestro amor debe ser resultado de ese incomparable amor.
1 Juan 4:10, 19
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados… Nosotros le amamos a él, porque ÉL NOS AMÓ PRIMERO.”
¿Cómo está su huerto? ¿Está digno para Dios? o ¿lleno de malezas y falto de aromas y frutos gratos?
Salomón anhelaba tener una vida digna para presentarla como muestra de amor. Tengamos también este bello deseo.
«Padre, que tu Espíritu Santo nos ayude a vivir una vida de obediencia y de frutos dignos de Ti»
Salmos 54:6
“VOLUNTARIAMENTE SACRIFICARÉ A TI; Alabaré tu nombre, OH JEHOVÁ, porque es bueno.”
Amén 🙂
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