Proverbios 25:28
“Como ciudad derribada y sin muro
Es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.”
Langostas En Marruecos
Según noticias procedentes de Casablanca en 1955, una plaga de langostas que comenzó a invadir esa región por el mes de noviembre de 1954 destruyó la vegetación en una superficie de unos 500 kilómetros de largo. Algunas nubes de los insectos fueron hasta de quince kilómetros de ancho por treinta kilómetros de largo. La noticia decía que las langostas consumieron un repollo en menos de treinta segundos, y quitaron la corteza de un naranjo en menos de diez minutos; una cosecha de 30 hectáreas de tomates desapareció en menos de diez minutos. Eran tan voraces las langostas que hasta mordían los labios de los niños y atacaban a las aves de corral. (Lerín, A. – 500 ilustraciones)
Las langostas no pueden ser controladas de ninguna manera, no existe forma de detenerlas, y la destrucción que ocasionan es incalculable. Para ellas no existe defensa que pueda detenerlas, no hay muro alguno ni cerca eléctrica. Todo lo que se encuentre a su paso será destruido.
Pero qué hay de aquellas ciudades en las cuales no hay defensas en sí mismas. La vulnerabilidad que presentan es tal que los ladrones pueden saquearla, los enemigos pueden invadirlas, los extraños pueden ingresar en ellas, y la inseguridad rondaría sus calles día y noche.
La persona que no tiene autocontrol es comparada con una “ciudad derribada y sin muro”. Es alguien que no puede controlar ni lo que dice, ni lo que hace, ni la manera como se aíra. Es alguien que por falta de control se deja llevar por su pasión y su falta de entendimiento y coherencia al actuar, y llega a ser alguien que es altamente vulnerable.
Si la persona no controla su lengua, ésta puede decir lo que no debería en el momento menos propicio. Prometería cosas que no puede cumplir ni debe prometer. Por su falta de control llegaría fácilmente a ser presa de la mentira, ya que diría lo que fuera por decir lo que quisiera. Divulgaría los secretos sin control y ahuyentaría hasta al amigo más confidente.
Si la persona no puede controlar su conducta, ésta puede llevarle a estar en lugares que no debería estar haciendo lo que no debería hacer. Sería presa fácil de la presión de los demás que le podrían desafiarle hacer lo indebido. Cuando se encuentra ante una persona que requiera un trato adecuado actuaría sin respeto y llegaría ofender con facilidad. En cuanto a la ira, sería fácilmente controlado por el enojo y diría o haría lo que le vendría a su ser en ese instante y daría rienda suelta a su enfado.
Esta vulnerabilidad de la persona sin control la expone a que la gente no le estime, no le confíe. Lo llevaría fácilmente a estar en problemas. Sería blanco constante de las críticas, y crearía tal desconfianza que nadie quisiera estar a su alrededor. Cuando le llegue el momento en que la persona sin control quiera defenderse, no habrá ningún recurso que lo ayude a defenderse, y su estado al final de todo sería como una “ciudad derribada y sin muro”. Sería como ciudad atacada por ‘langostas’.
La autodisciplina es una valiosa cualidad en el carácter de cada uno de nosotros, y nadie más que nosotros mismos seremos los primeros beneficiarios de ella. La autodisciplina es parte de la madurez y de la sensatez del hombre. Quienes la desarrollen serán como baluartes que los protegerán de la crítica mal fundada, serán como ciudad amurallada que no permitirá que el pecado ni el mal le afecte, y quienes habiten a su alrededor estarán como ciudadanos que caminen en plena paz por sus calles.
«Señor, ayúdame a desarrollar mi autocontrol»
Proverbios 16:32b
“Mejor es … el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.”