¿Hasta cuándo cautivo? | VIDA CRISTIANA

Juan 8.36

Romanos 7:21-25

«Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.»

Ser cautivo es ser alguien que no tiene libertad, es ser preso, prisionero. Pero la palabra en el versículo en Romanos es un verbo que implica una acción, denota llevar cautivo a alguien, subyugarlo, llevarlo bajo control. Es la fuerza del control del pecado que lo somete al hombre a pecar, sin que el hombre tenga control sobre sí mismo.

El pecado tiene un control sobre todo ser humano. Cada persona nace con esta condición pecaminosa que lo somete inmediatamente a pecar. Pablo también utiliza otra figura que condiciona al hombre a un estado restrictivo: “Esclavo” (Romanos 6:16). Un esclavo es una persona sin voluntad, alguien que depende de otro para hacer algo. Sin libertad, sin voluntad, sin opciones propias, subyugado, cautivo; así es la condición de la persona en pecado.

Usted actúa influenciado directamente por un poder muy fuerte que batalla contra la voluntad de Dios, y de la cual no tiene control. Pero como nos dice Pablo: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:25).

Hay una esperanza maravillosa que nos puede libertar del pecado y darnos la ansiada capacidad de cambiar el rumbo de nuestras acciones y nos ayuda hacer la voluntad de Dios, es la Persona del Señor Jesucristo.

Dios otorga al creyente un poder para liberarnos del cautiverio y darnos el poder para vencer a las tentaciones. Tal poder es tan grande que nos puede liberar aun de la más grande atadura. Jesucristo nos dice que por obra del Espíritu Santo y con una voluntad propia podemos ser libres del pecado (Juan 8:31-36). Pablo, conociendo muy bien esta batalla espiritual que sucede en la vida del creyente nos expresa en el pasaje de Romanos 7 un cuadro real de nuestras vidas.

Para la persona que ha recibido a Cristo hay libertad, hay opciones, es posible; pero para que eso se dé es necesario querer hacerlo. El pecado si tiene poder, pero mayor es el poder de la ley espiritual junto a Cristo. Lo cierto es que no hay excusa válida para decir que no se puede vencer al pecado, pero si existe lamentablemente para algunos creyentes la triste realidad de querer permanecer cautivo en una vida pecaminosa. ¿Hasta cuándo va a permanecer cautivo?

Jesucristo nos puede ayudar a conseguir esa libertad. Primero, debe considerarse muerto al pecado, es decir, aceptar con fe y desear vivir alejado de una condición, que influye sí, pero que no lo ata irremediablemente (Romanos 6:11, 12). Segundo, aprenda a depender del poder del Espíritu Santo dejando que Él tome control de su vida, ore para que eso se dé (Marcos 14:38). Tercero, decida obedecer a Dios y a su Palabra, es parte del proceso de morir al pecado (Juan 8:31, 32). Y cuarto, si ha pecado siempre hay la oportunidad de pedir perdón y caminar de nuevo junto a Dios (1 Juan 1:9).

Si usted aún no ha depositado su fe en Jesucristo como su Salvador personal, también hay esperanza. Él quiere darle perdón de todos sus pecados, otorgarle vida eterna y ayudarle a vencer al pecado. Mientras no lo haga, usted seguirá cautivo al pecado y caminando hacia una condenación eterna como castigo. Crea en el Señor Jesucristo y será salvo (Hechos 16:31).

Usted decide ser libre o permanecer voluntariamente cautivo.

 

«Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro»

 

Juan 8:36

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”

Publicado por Ministerio UMCD | Un Momento Con Dios

Reflexiones Cristianas. Salmos 1:2 "Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche."

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