Colosenses 3:12-14
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.”
De regreso a casa desde el trabajo venía por una autopista de cuatro carriles, dos en cada sentido; delante de mí estaba una grúa para camiones pesados que se encontraba en diagonal. Mientras veníamos avanzando nos encontramos con un camión grande estacionado a un costado de la vía, aparentemente con algún problema mecánico. Al acercarnos a este camión el conductor de la grúa hace una maniobra a la izquierda para evitar estar cerca de dicho camión, y en su movimiento no se percató que yo estaba por adelantarlo, tal maniobra ocasionó que yo tenga que frenar para evitar la colisión. Cuando volví a ponerme a un costado de dicha grúa, el conductor muy arrepentido me pidió disculpas por la ventana. Pude ver su rostro de real preocupación y entendí que lo sucedido había sido sin intención, por lo que con el pulgar hacia arriba le indiqué que no se preocupe, que no había pasado nada.
A la semana siguiente, viajando esta vez de casa al trabajo en la misma ruta, estaba manejando detrás de un camión que contenía un remolque con refrigeración. Por uno de los costados estaba saliendo agua de tal remolque, producto de la congelación y la temperatura alta. Esto llegó al parabrisas de mi auto, y mientras adelantaba al camión decidí encender el sistema para limpiar el vidrio delantero del carro con el líquido limpiador. Mientras lo hacía, y sin percatarme que otro auto estaba detrás, salpiqué con el líquido el parabrisas de ese otro auto. A penas pude pasar al camión me hice a la derecha y el auto que había recibido la salpicadura se puso delante de mí, redujo la velocidad, y encendiendo el líquido limpiador de su auto, hizo que parte de este líquido caiga sobre el vidrio de mi auto. Entendí con este mensaje que lo que yo había hecho al limpiar el auto afectó al otro conductor y me hizo “probar” un poco de como él se sintió. Sin darme cuenta había ocasionado malestar en la otra persona, y aunque la respuesta me causó gracia, me hizo reflexionar cuantas veces estos actos involuntarios suceden y cómo reaccionamos a ellos.
Muchos reaccionamos inapropiadamente ante comportamiento involuntario de alguien más. Muchas veces nos enfrascamos en discusiones innecesarias a causa de un acto provocado sin una mala intención de la otra persona. Nuestra primera respuesta generalmente es malestar, enojo, buscamos justicia. Cuando el conductor del camión hizo su movimiento lateral si llegué a molestarme por un tiempo corto, pero antes de llegar al lado del conductor, ya me había tranquilizado un poco (algo inusual en mí, por cierto), y esto me ayudó a responder apropiadamente ante la actitud de pena del conductor, y gracias a Dios que fue así. Pero generalmente no es una respuesta común.
Le animo a que antes de reaccionar mal ante un hecho, tome un tiempo para pensar y analizar, talvez la otra persona no quería hacer ningún daño, talvez no se dio cuenta de lo sucedido, podrá encontrar como yo que no todos actúan en contra nuestra voluntariamente. Recuerde, todos podemos cometer errores, y aprender a perdonar será de gran bendición.
«Dios, antes de que reaccione mal, ayúdame a controlarme y a perdonar»
Efesios 4:32
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”