Proverbios 27:1
“No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día.”
Santiago 4:13-14
“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”
Hace unos años tuve un jefe que solía decirnos que en la vida, lo único que no cambia, es que todo cambia, generalmente nos lo decía cuando quería cambiar las condiciones de algún acuerdo que no le favorecía a él; aunque la idea es cierta, su aplicación no era la mejor.
Dios tiene mucho que decir sobre qué debemos hacer cuando enfrentamos el cambio y la incertidumbre, dos situaciones que cuando se combinan pueden llevarnos al límite, probar nuestro carácter, sacar lo que verdaderamente hay en nuestro corazón y hacer que nos sintamos ansiosos o angustiados, inseguros y muy irritables.
- Podemos comprender el cambio como la ocurrencia de sucesos que no esperábamos que pasaran en nuestras vidas. Vivir el cambio es una experiencia muy desagradable porque muestra la verdadera incapacidad que tenemos para controlarlo todo y genera un nivel de inseguridad que ninguno quiere sentir.
- El problema con el cambio son nuestras expectativas: las ideas que tenemos de lo que debe ser nuestro futuro y vida. Pero como bien lo dice el proverbio, la realidad es que no sabemos qué pasará en el futuro.
- Pero es nuestro orgullo, (ese pecado común en todos los que somos seres humanos), el que nos hace creer que podemos vivir separados de Dios y siguiendo nuestros planes, que hace que no nos sometamos a la voluntad de Dios y en cambio peleemos en contra de él.
- Pero la realidad es que para Dios el cambio no existe, primero, porque Él no cambia (Stg 1.17) y segundo porque desde antes de nuestro nacimiento todos nuestros días ya habían sido escritos (Sal. 139.16) así que para Dios todo sucede conforme a su voluntad y soberanía.

Lo bueno del cambio, es la inseguridad que nos produce. Si… yo sé que eso parece ilógico y sin sentido, pero es verdad, porque entre más inseguros nos sentimos, más dependencia y necesidad de Dios tenemos, lo que nos lleva a acercarnos humildemente a Él y aceptar su voluntad.
De hecho, Dios es quien produce “el cambio”, y lo hace porque es una herramienta Divina para moldear nuestro carácter, conformarnos a la imagen de su Hijo y cumplir su voluntad en nosotros. Como alguien dijo: Dios te ama tanto, que no dejará que sigas siendo igual.
Consideremos esto: ¿será que, para Jesús, la traición, su arresto y muerte en la cruz fue un cambio inesperado en su vida? No…, ese era el plan de Dios y no hubo ningún cambio en él.
Entonces ¿Cómo enfrentar lo que para nosotros es “cambio e incertidumbre”?
Revisemos la crisis que superaron los apóstoles, quienes vieron desmoronarse todos sus planes y expectativas con la muerte de Cristo, y veamos que para superar esa crisis ellos hicieron cuatro cosas muy importantes:
- Ajustaron sus expectativas a la realidad y al plan de Dios (Lc. 24.1, 44-48)
- Hicieron lo último que Jesús les había dicho que hicieran (Lc. 24.49)
- Se mantuvieron orando (Hch. 1:12-14)
- Solo actuaron hasta cuando estuvieron seguros de la dirección de Dios (Hch. 2.1-4)
Esto es exactamente lo que debes hacer cuando no sabes qué hacer: ajusta tus expectativas con las de Dios, sigue haciendo lo que sabes que Dios quiere que hagas, ora, y actúa solo cuando estés seguro de la dirección de Dios.
Por favor considera y actúa con base en el ejemplo de los Apóstoles, y ¡no hagas “locuras”!
¿Qué pueden hacer los que no son hijos de Dios?, someterse a Cristo, porque Él es el único que puede iluminar su camino, darles dirección y propósito para que no sigan viviendo dando pasos sin propósito.

«Para Dios el cambio no existe. Para nosotros, el cambio significa el descubrimiento y entendimiento del plan de Dios»
Ministerio UMCD