1 Pedro 1:3-7
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”
El oro es es un metal noble muy blando, el más dúctil y maleable de todos los metales, muy resistente a la corrosión y a la oxidación y buen conductor. Por sus características es usado ampliamente para la formación de joyas y otros artículos de valor.
Cuando una persona está por adquirir una joya o prenda de oro, una de las medidas que toma el comprador es asegurarse que la prenda sea de oro puro. A causa de su valor comercial, muchos estafadores han desarrollado una gran cantidad de prendas hechas de aleaciones o imitaciones. Existen varias técnicas conocidas que ayudan a determinar si la prenda a comprar es real o falsa. La inspección visual, el uso de ácido, el rose sobre la cerámica, el “morder” la prenda, el uso del imán, etc.; son técnicas usadas para comprobar su autenticidad.
La comprobación y purificación del oro más ampliamente conocida es básicamente por medio del fuego. Es a través del fuego donde se extrae o aparta las impurezas del metal, especialmente cuando éste ha sido extraído de la mina, para separar cualquier impureza. Entre más se prueba por fuego el oro, mayor es su purificación.
De la misma manera nuestra fe tiene que ser probada. Pedro introduce su carta exaltando la misericordia de Dios, por medio de la cual “nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1:3). El escritor recuerda a sus lectores que Dios tiene guardada nuestra “herencia” con poder a causa de nuestra “fe” en Jesús (1:4, 5); pero es esta “fe” que tiene que ser probada para manifestar su autenticidad, y una vez manifestada su veracidad, entonces sea digna de alabanza, gloria y honra en la presencia de Cristo (1:6, 7).
Las pruebas, mas que para el mismo Señor, pues Él conoce quienes somos realmente; son un medio utilizado para que nosotros, y quienes nos rodean, podamos comprobar la profundidad y autenticidad de nuestra fe.
Nuestra fe auténtica y pura se manifestará en la manera santa como reaccionamos ante las pruebas (1:13-18). Somos un “pueblo adquirido por Dios, para (anunciar) las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (2:9); y por tanto debemos vivir de tal manera que la gente glorifique a Dios por nuestras “buenas obras” (2:12). Cuando quienes están a nuestro alrededor puedan ver nuestra fe pura, entonces ellos serán ganados para Cristo al ver nuestra piedad, aun en medio de la prueba (2:15, 19, 20; 3:1, 8, 9, 13-17). Este mismo testimonio traerá inquietud sobre ellos, quienes querrán preguntar más sobre nuestra fe (3:15).
La prueba no nos salva, es la fe la que nos otorga la salvación; pero es la prueba sobre nuestra fe la que nos ayuda a determinar si la salvación ya tuvo lugar en nosotros o no. Confiando en nuestro Salvador, vivamos santamente en medio de las tribulaciones para dar testimonio de en Quien tenemos puesta nuestra esperanza, y hacia Quien el mundo debe mirar con fe para salvación.
«Ayúdanos Cristo a serte fiel en medio de las pruebas para dar testimonio de nuestra fe en Ti»
1 Pedro 2:20
“Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.”