1 Pedro 5:6-11
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Aunque el tiempo es inmutable, y cada segundo dura exactamente el mismo período de tiempo que otro, nuestra “percepción del tiempo” se ve alterado a causa de las circunstancias. Si el día ha sido lleno de emociones, y la compañía que está a nuestro lado es placentera, decimos que el tiempo “voló”, y los minutos que transcurrieron parecerían que duraron menos.
Por el contrario, cuando tenemos que esperar en medio del dolor de una sala de espera en el hospital, o cuando alguien se encuentra en cirugía y sus familiares tienen que esperar por las noticias del doctor, o cuando estamos en el trabajo y el cansancio nos agobia, parecería que el tiempo pasa más “lento” de lo real, y las manecillas del reloj nos parecen que van a una velocidad menor de lo habitual. La percepción del tiempo varia en nuestra mente de acuerdo con las circunstancias.
Durante las pruebas esta percepción también nos parece contraria y negativa. En nuestra idea, las pruebas duran “años” cuando solamente han pasado un par de semanas. La espera de la respuesta a una solución anhelada parece “que nunca llega”, el dolor se hace “eterno”, y lo que debería tomar unos días parece demora “por siempre”. Todo es percepción, no realidad.
El Apóstol Pedro, alentando a los hermanos “expatriados” que se encontraban en la Península de Anatolia, actual Turquía (1:1), les dice que las pruebas que ellos enfrentaban solamente durarían “un poco de tiempo” (5:10), y más si lo compara con la eternidad. Pero nosotros “sabemos” que ese “poco de tiempo” en medio de las pruebas parece un tiempo más largo de lo deseado.
Los receptores de esta carta se encontraban bajo persecución de uno de los más despiadados enemigos que ha tenido la iglesia del Señor en sus inicios, el emperador romano Nerón; a ellos les pide que se sometan y honren “al rey” (2:13-17). De aquellos creyentes que eran esclavos, les pide que se sujeten a sus amos, aunque sean “difíciles de soportar” (2:18, 19). A las “mujeres” les exhorta a que se sujeten a sus “maridos” (3:1, 2). Y todos estaban siendo perseguidos por ser seguidores de Cristo (4:12-19). Si hay alguien quien estaba sufriendo eran los lectores a quienes Pedro escribe, pero él les recuerda que estos “mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (5:9); ellos no eran los únicos.
¿Cuánto tiempo más entonces padecer? El tiempo que el Señor crea necesario, Él nos levantará “cuando fuere tiempo” (5:6). Dios no nos dejará sufrir más de lo que podamos soportar, esa es Su promesa (3:12; 5:7). Nuestro amoroso Padre sabe lo que hace, y esa es la confianza que nos ayudará a esperar este “poco de tiempo”. Dios está perfeccionándonos a la imagen de su Hijo. Nos salvó por gracia, ahora nos está preparando para compartir Su gloria. Es Dios quien permite las pruebas para transformarnos, Su propósito es hacernos “perfectos, firmes, fuertes y seguros.” (5:10 DHH)
Pedro nos recuerda que la providencia de este tiempo de tribulación es para Su “gloria”, pues a Él le pertenece finalmente el “imperio” de este mundo por siempre. “Amén”. (5:11)
«Padre, el tiempo que sea necesario, confiamos en Tu providencia, ¡transfórmanos!»
1 Pedro 3:14
“Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois…”