2 Pedro 1:3-7
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.”
El montañista se prepara físicamente para poder ascender las cimas, pero para ello necesita de equipo y alimentación adecuada que, no solo lo preparen, sino que le sean de ayuda al mismo momento de subir las empinadas cumbres.
El astronauta pasa horas practicando en cámaras especiales que reducen la gravedad, esto le ayuda a desarrollar habilidades para cumplir con tareas en condiciones no habituales; y ya en el momento del despegue y el tiempo de su misión, ellos necesitan de un equipo singular para su estancia fuera de la atmosfera.
El creyente también tiene una meta que alcanzar, y para lo cual debe prepararse constantemente e ir creciendo y mejorando. La meta del creyente es crecer a la estatura de Cristo mientras desarrolla las tareas que su Señor le ha dado (Ef 2:10).
Pero para que vaya creciendo a la imagen de Aquel que lo llamó, el cristiano debe ir cambiando su naturaleza pecaminosa, llena de malas conductas, a una nueva y colmada de virtudes. Muchos de los creyentes no saben que tienen el potencial para lograrlo, otros no creen que pueden, y otros rechazan aceptarlo para evitar trabajar en ello; sólo unos pocos saben, se esfuerzan y lo logran.
La Biblia nos dice que “todas las cosas que pertenecen a la VIDA y a la PIEDAD nos han sido (ya) dadas” (v. 3). Dios nos ha dado el poder para ser transformados, y todo ese “divino poder” está a disposición constante de cada creyente. Para que el creyente pueda iniciar esta nueva etapa ha sido capacitado con la nueva naturaleza espiritual, por lo que ahora puede crecer en piedad o santidad (Jn 3:3-5; 1 P 1:23). Tiene que haber VIDA para que haya PIEDAD, no al contrario.
Estas “cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” nos han sido prometidas para que lleguemos a manifestar esta nueva “naturaleza divina” de santidad, ahora en parte, y después perfectamente (v. 4); y así, huyendo de la corrupción que hay en el mundo lleguemos a glorificar a Dios.
El Señor nos ha hecho nacer de nuevo; nos ha dado Su poder por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros; nos ha dado Su Palabra para santificarnos y guiarnos a cumplir Su voluntad; nos ha puesto en medio de otros creyentes que nos ayudan a crecer; y nos prueba y disciplina para seguir forjando ese nuevo carácter piadoso. Estas son “las cosas” con las que Dios nos ha equipado y usa para transformarnos.
Debemos ahora poner “toda diligencia” para añadir a nuestra “fe”: virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor. Si esto abunda en nuestra vida, entonces no estaremos viviendo en vano, ni nuestro conocimiento de Dios será sin valor (v. 8). Recordemos que hemos sido purificados de nuestros pecados y tenemos que reflejar las virtudes que Aquel que nos llamó a Su gloria eterna.
Dios nos ha capacitado, Dios nos ha prometido, Dios ha decidido cambiarnos; ahora nosotros debemos anhelarlo y trabajar en ello.
«Señor, yo quiero cambiar a Tu imagen, haz Tu obra en mí»
1 Juan 3:2-3
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”
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