Romanos 5:6-11
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
Un grupo de turistas que se encontraban en un pequeño bote en el Mar de Cortez (Golfo de California), se encontraron con una joven ballena azul que tenía su cuerpo, en especial sus aletas principales y su cola, enredadas en una gran red de pesca. El animal estaba limitado en su respiración, por lo que la premura de liberarla llevó a los altruistas visitantes a tratar de quitar con sus pequeños cuchillos la red de su gran cuerpo.
Después de casi una hora de arduo trabajo y paciencia, puesto que la ballena no cooperaba en todo el tiempo; finalmente los rescatistas lograron retirar completamente toda la red. En ese instante la joven ballena nadó por espacio de unos 150 metros y de repente salió a la superficie dando un gran salto sobre el agua. Esto hizo por espacio de otra hora en forma repetida. Una pequeña niña, que se encontraba en el bote exclamó: «Mamá, yo sé lo que ella está haciendo», a lo que la madre le pregunta: «¿Qué es lo que ella hace, cariño?»; la niña responde: «Ella nos está mostrando que está libre».
Los inesperados rescatistas pudieron contemplar, como ellos lo manifiestan, una expresión de gratitud de parte de este precioso animal.
Pero una mayor liberación se dio para el hombre unos dos mil años atrás en el Monte Calvario. Jesucristo no solamente arriesgaba Su vida, si no que la entregaba voluntariamente para morir en la Cruz por el pecado del hombre.
El inmenso amor de Dios lo llevó a dar la vida de Su Hijo Jesús para salvarnos de la ira venidera y justificarnos de nuestros pecados. Estando enemistados por nuestras iniquidades, el Padre envió a Jesús para reconciliarnos con Su sangre, y con ello, salvarnos para vida eterna (Ro 5:9, 10).
Lo que hace aún más asombroso de este rescate, es que el hombre no lo merecía, pues habíamos voluntariamente pecado contra el mismo Dios (Ro 5:8). Siendo débiles en nuestra condición, el Señor del universo vino a liberarnos.
La justificación le otorga al hombre el perdón de todos sus pecados, y la reconciliación le brinda la oportunidad de reestablecer la relación con Dios. Es la fe en la obra de Cristo la que nos salva, justifica, reconcilia; eso trae paz al alma del hombre y nos da esperanza de llegar a ver Su gloria (Ro 5:1, 2).
Si la ballena expresó su gratitud a quienes la libraron de tan fea “atadura mortal”, mucho más nosotros, debemos VIVIR eternamente agradecidos con Quien, en Su grande amor, nos libró de las “ataduras” del pecado y la condenación.
«Te damos gracias Señor por Tu inmenso amor liberador»
Salmos 100:4-5
“Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre.
Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia,
Y su verdad por todas las generaciones.”