Nehemías 8:5-12
“Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra. Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza. Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, porque es día santo, y no os entristezcáis. Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado.”
Nehemías había vuelto para reconstruir los muros de Jerusalén. Después varios años de fallidos intentos por reconstruirlos, llega este hombre con la determinación de lograr algo sumamente necesario, edificar la protección de la ciudad.
Después de la invasión de Jerusalén por parte del ejército babilónico, los muros, las puertas y todo lo que protegía la ciudad había sido destruido; ese fue el motivo por el cual Nehemías había sido afligido y había orado para que Dios les ayude (Neh 1:1-11). Ahora, después de un arduo trabajo en el muro y de lidiar con varias dificultades que habían querido detener la reconstrucción, el pueblo se reúne a una para escuchar las Escrituras por medio del escriba Esdras, y mirando hacia lo que había sucedido con la ciudad y la nación, el pueblo se lamenta por las consecuencias de la desobediencia. Al ver tal tristeza, Nehemías, Esdras y los sacerdotes alientan al pueblo a no lamentarse, sino a regocijarse y fortalecerse en el “gozo de Jehová” (Neh 8:5-10).
La palabra “fuerza” (v.10) también puede ser traducido como fortaleza, un lugar de refugio o una fortaleza militar. En tiempo de guerra los muros representaban militarmente las defensas de la ciudad, y en tiempo de paz estos servían como protección nocturna en contra de los ladrones y bandidos; en otras palabras, una ciudad amurallada era una fortaleza o lugar de refugio donde podían estar seguros.
Lo que los líderes estaban tratando de decir al pueblo es que, no miren físicamente a los muros que acabamos de reconstruir, sino miremos al gozo que el Señor tiene sobre nosotros, y fortalezcámonos ante ello. La desobediencia había traído tristeza y destrucción, ahora que espiritualmente estaban reconstruyendo su vida, podían hallar seguridad en la complacencia de Dios ante los cambios positivos que el pueblo había hecho.
En nuestra vida espiritual, ese mismo “gozo” debe ser nuestra “fuerza”. Cuando andamos en obediencia, saber que nuestra protección se halla tras el cuidado de Dios a quienes le siguen y lo adoran, pueden llenarnos de seguridad y alegría. Y aún, si hemos perdido mucho por nuestra desobediencia, pero estamos reconstruyendo nuestra relación con Dios, entonces podemos fortalecernos y alegrarnos ante esa seguridad.
Aún, si los embates de la vida nos afectan y los enemigos espirituales nos asechan, saber que estamos tras los muros de la obediencia nos debe dar paz en medio de la dificultad. Una vida de desobediencia siempre traerá pérdida, pero una vida de obediencia siempre genera seguridad espiritual.
«Señor, Tú eres nuestro muro cuando caminamos en obediencia»
Salmos 34:7
“El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.”