Marcos 16:9-14
“Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.”
- Después de encontrar la tumba vacía, María Magdalena tiene su primer encuentro con el Señor, es ella la primera que ve a Jesús resucitado (Jn. 20:11-18). Yendo apresuradamente, fue a contar a los demás de la aparición de Jesús, pero no le creyeron.
- En eso, Pedro y Juan van a la tumba y la encuentran vacía, pero no vieron nada más. Juan es el primero que comienza a creer. (Jn. 20:1-10)
- Luego, Jesús se vuelve aparecer a los dos caminantes en su ida a Emaús (Lc. 24:13-35), y estos también fueron a dar aviso, y también dudaron.
- En medio de ese mar de confusión y dudas, estando su corazón falto de fe en todo lo que Jesús les había dicho sobre su muerte, pero también resurrección, el Señor se les aparece y les reprocha “su incredulidad y dureza de corazón”. (Mr. 16:14)

La incredulidad es la poca o falta de fe que las personas tienen ante las verdades de Dios. Desde el momento de la tentación y pecado en Edén, el hombre ha caído en este problema que le hace dudar o negar las verdades de Dios.
Ahí en Edén, Eva fue enfrentada por Satanás con un engaño, aceptó voluntariamente lo que el maligno le dijo y rechazó lo que Dios les había anunciado, esto le llevó a pecar, y con esa acción vino la maldición sobre el hombre. Este problema ha sido causa de grandes y constantes conflictos en la relación de Dios y el hombre. Dios dice algo, pero el hombre decide no creer, y por tanto rechazarlo.
Si bien el engaño introdujo la mentira al mundo, y por eso es correcto dudar de la veracidad de muchas cosas; cuando se trata de las verdades de Dios, esa duda se convierte en un pecado, porque rechaza voluntariamente a Dios y Su Palabra. El reproche de Jesús es una muestra de la manera como Dios mira a la incredulidad (Mt. 13.58; 17.20; Mc. 6.6; 9.24; 16.14).
Pensando en la salvación, la incredulidad es lo que condena al hombre (Jn 3:18, 36). No creer que uno es pecador, o que no se puede salvar a uno mismo, y que necesita creer en Cristo, Quien murió y resucitó para salvarnos, eso condena al hombre.
Debemos pedirle a Dios que obre en nuestro corazón para que seamos sensibles a Su Palabra. Que podamos conocerlo mejor y que lleguemos a crecer en esa fe tan necesaria para agradarle (He. 11:6). Leamos la Biblia, Ella nos ayuda a crecer en fe, y pidamos que nuestro corazón cambie a uno más creyente, para que podamos así relacionarnos apropiadamente con Dios.

«La incredulidad o dureza de corazón produce un terrible efecto que aleja al hombre de Dios, llevándolo a negar de Su existencia o a rechazar Su verdad expresada en la Palabra»
Ministerio UMCD