2 Crónicas 9:1-8
“Oyendo la reina de Sabá la fama de Salomón, vino a Jerusalén con un séquito muy grande… para probar a Salomón con preguntas difíciles. Y luego que vino a Salomón, habló con él todo lo que en su corazón tenía. Pero Salomón le respondió a todas sus preguntas, y nada hubo que Salomón no le contestase. Y viendo la reina de Sabá la sabiduría de Salomón… se quedó asombrada. Y dijo al rey: Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto; y he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos que están siempre delante de ti, y oyen tu sabiduría. Bendito sea Jehová tu Dios, el cual se ha agradado de ti para ponerte sobre su trono como rey para Jehová tu Dios; por cuanto tu Dios amó a Israel para afirmarlo perpetuamente, por eso te ha puesto por rey sobre ellos, para que hagas juicio y justicia.”
Tiempo atrás tuve el privilegio de hablar por teléfono con un pastor a quién aprecio mucho. Durante esa llamada pasamos conversando un gran tiempo, pero lamentablemente ese tiempo, lo considero personalmente perdido, aunque me dejó una gran lección.
La mayor parte de esa conversación la utilicé para hablar de mí y lo que hago, mientras el pastor escuchaba atento, pero no comentaba mucho. Al final de la llamada nos despedimos, y fue ahí donde entendí lo que había hecho, había hablado más y escuchado menos, mientras que el pastor sabiamente escuchaba a un hablador. Ese día aprendí que había actuado como necio y no había recibido mucho de quien tenía tanto para compartirme.
Me pregunto como se habrá sentido la reina de Sabá (del Sur) en su visita. Esta mujer había viajado kilómetros de distancia para comprobar la sabiduría de Salomón (2 Cr 9:1). Ella no venía a contarle todo lo que ella hacía, no, ella venía con “preguntas difíciles” para escuchar de Salomón sus respuestas. La reina fue sabia en buscar sabiduría. Como dice MacArthur en su comentario: «La reina de Sabá vino para ver la gloria de Salomón y en el proceso encontró la gloria del Dios de Salomón» (Comp: 2 Cr 9:8)
Salomón había adquirido su sabiduría por una petición a Dios (1 R 3:3-15), su sabiduría sería incomparable e inimitable en la tierra (1 R 3:12). Pero cuando Jesús caminaba en medio del pueblo, los escribas y fariseos le acosaron demandando señal como Mesías, y con sabiduría les responde que no les dará señal, pero sí les aseguró que habrá muchos que se levantarán en contra de ellos a testificar de Su Deidad y Autoridad, entre ellos la “reina del Sur” (Mt 12:38-42). En esa respuesta Jesús les asegura que Su sabiduría era superior a la del mismo Salomón (Mt 12:42).
Desde muy niño Jesucristo, siendo hombre, crecía en sabiduría (Lc 2:40); cuando fue hallado en el templo a la edad de doce años, sus padres lo encontraron dialogando con los “doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que lo oían se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lc 2:46, 47). Pero obviamente, como Dios, Jesucristo es el Omnisciente y Sabio Dios.
No hay respuesta que Jesús no sepa, no hay tema que no conozca sabiamente la mejor respuesta. Bienaventurados seremos cada día que pasemos ante Su Palabra escuchándolo, y seguros podemos estar que, como Dios Soberano y Sabio, está sentado en el trono eterno obrando con juicio y justicia, y ante ello nuestra alma puede reposar tranquila.
Aquél que un día nació en Belén vino con toda Su sabiduría a dejarnos Su grandiosa enseñanza.
«Te alabamos Jesucristo por Tu incomparable sabiduría, enséñanos más de ella»
Mateo 12:42
“La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.”
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