1 Crónicas 29:9-16
“Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente. Asimismo se alegró mucho el rey David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. […] Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.”
Al contemplar nuestros bolsillos y lo que tenemos en nuestra cartera creemos que eso nos pertenece. Cuando miramos hacia el auto, la casa y la ropa que están con nosotros los llamamos nuestras pertenencias. Cuando voy a al trabajo y recibo el salario de ello le nombro esfuerzo de mi frente. Todo lo que alcance nuestra mano y de lo que podemos disponer voluntariamente es nuestro, ese es nuestro sentido de propiedad: es mío, nuestro, de ellos.
Cuando nos detenemos a contemplar todo lo que está en nuestras manos deberíamos mirarlos como extraño o ajeno, pues así realmente debe ser; no es nuestro, le pertenece a Dios (29:14).
David había solicitado al pueblo traer ofrenda para la construcción del Templo en Jerusalén, ya él había dado una gran cantidad de oro y plata para esta edificación (28:14-18), pero le otorga la oportunidad al pueblo de traer ofrenda a Dios. El pueblo no renegó, tampoco miró que ya se había dado mucho, menos consideró que no podían; no, al contrario, “se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente” (29:9).
David alaba al Señor por su “magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas” (29:11). El rey sabía que todo lo que estaba dispuesto para este proyecto era de Dios y que todo estaba puesto ahí por parte del mismo Dios para su obra, y continúa diciendo que “las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos” (29:12).
No solo lo que tenía el pueblo en sus manos le pertenecía a Dios, sino también la capacidad que ellos tenían para trabajar.
La obra de Dios requiere de todos los recursos que podamos dar voluntariamente para que esta continúe. Dios nos ha dado capacidad para trabajar y recibir recursos que son de Él, y la mejor manera de administrarlo es recordando que nada es nuestro, sino que todo nos lo ha sido puesto para que lo usemos apropiadamente.
Los misioneros, las nuevas obras, los diferentes ministerios en las iglesias, y el pago digno al pastor, todo requiere de recursos de Dios para ser usados para Su gloria. Nada es mío, ni suyo, ni nuestro, ni de ellos; todo le pertenece a Él.
Reconozcamos el señorío de Dios dando con buena voluntad lo que a Él en verdad le pertenece.
«Nada es mío, todo es tuyo, Señor»
2 Crónicas 29:17, 18
“Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente… conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti.”
gloria a DIOS por su Santa, Perfecta y Divina palabra; totalmente de acuerdo nada de lo que tenemos es nuestro todo le pertenece a nuestro padre Celestial.
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