Marcos 14:1-2
“Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle. Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del pueblo.”
- Los sacerdotes, después de todas las enseñanzas que recibieron de parte de Jesús, rechazaron la verdad y Su autoridad.
- Su malestar fue tan grande que la única respuesta que se dio en su corazón fue el odio en contra de Jesús.
- Su odio los llevó a buscar el acto mas vil que pudo generar ese sentimiento, querían matarlo.
- Para lograr su cometido, no podían utilizar alguna razón justa, así que buscarían un engaño o mentira para alcanzar su perverso plan.
- Sabiendo que lo que deseaban hacer no era justo, y para evitar mayores problemas, deseaban actuar cobardemente, esperando que pasase la pascua.
- Todo lo que hacían estaba lleno de maldad y oscuridad, por eso todo lo planeaban en las tinieblas de lo secreto.
- Y utilizarían un acto traicionero de uno de sus seguidores para apresarlo.

¿Alguno de estos términos le suenan familiar? Muchos de nosotros reconocemos estas acciones, sea porque hemos sido testigos o víctimas de ellos, o porque nosotros en algún momento hemos reaccionado de esta manera.
El corazón del hombre es perverso hasta el extremo (Je. 17:9, Mt. 15:18-20). El pecado que mora en nosotros nos puede llevar a los actos más despiadados que podemos imaginar.
Para aquellos que no conocen a Dios, sus actos pueden ser detenidos en la medida en que su conciencia y moral los detenga. Para el creyente, es la obra del Espíritu Santo lo que puede detenernos a actuar de esta forma. Pero la maldad puede ser tan poderosa que puede llevarnos a actuar hasta los extremos de la impiedad. Tenemos un corazón que ha sido depravado por el pecado.
Lo único que puede restaurar nuestra maldad es una relación con Dios. Todo nace con reconocer nuestro pecado y arrepentirnos, llegar a ser salvos por fe para ser regenerados a una naturaleza espiritual (Ef. 2:1-5); y después de ser salvos y recibir el don del Espíritu Santo, lo que nos ayuda a cambiar nuestra maldad en piedad es esa relación constante con Dios, dependiendo del poder de Su Espíritu para hacerlo (2 Co. 3:18).
Pablo lo dijo enfáticamente: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.” (Ro. 7:24, 25)
La próxima vez que mire la manifestación de la maldad en alguna forma, recuerde que es el pecado lo que destruyó al hombre, y es sólo Dios mediante la relación en Cristo lo que nos puede cambiar.

«No hay nada tan perverso en el hombre que Cristo no pueda cambiar hacia la piedad»
Ministerio UMCD