1 Corintios 12:1-3
“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.”
- En este instante Pablo dedicará una gran parte de su carta para hablar sobre los dones espirituales y su correcto uso dentro de la iglesia, o como él lo llamaría, el cuerpo de Cristo.
- Pero al iniciar esta enseñanza aclara que todo es obra del Espíritu Santo. El propósito de esta aclaración al parecer era la participación de alguna persona que sin ser salva ostentaba tener dones espirituales, pero maldecía el Nombre de Jesucristo, por lo que deja en claro que un no creyente no reconoce el Señorío de Jesús porque no tiene el “Espíritu Santo” (v. 3), y por eso no debe tener tampoco dones.
- El paganismo en la ciudad de Corinto era algo muy serio, y muchas personas participaban de cultos a “ídolos”, y algunas veces con ritos satánicos (v. 2). Por esta razón Pablo tiene que hacer la diferencia para evitar que algún pagano esté en medio de la iglesia diciendo que tiene una capacidad que sólo un creyente puede tener por estar en él la presencia del “Espíritu de Dios”.

El Espíritu Santo entra a morar en cada creyente el mismo día de la salvación (Ef. 1:13-14), y es Su obra la que nos permite reconocer la deidad y el señorío de Cristo (Jn. 15:26; 1 Jn. 5:6-8).
Llamar “Señor” a Jesús es decirle que Él es el amo y dueño de todo lo que existe, incluyendo nuestras propias vidas. Es reconocer que Él tiene el poder sobre todo, y ésta verdad obviamente es algo que Satanás y sus demonios siempre han querido negar, y por tanto maldecir.
Para que una persona pueda entender todo esto, el mismo Dios tiene que obrar en él. Reconociendo nuestra incapacidad de discernimiento espiritual a causa de nuestra condición de pecado, debemos tener presente que es la obra del Espíritu lo que nos convence de “pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16:8-10), y es ese convencimiento nos lleva a reconocer a Jesús como “Señor”, y sin ello nunca podríamos ser salvos (Ro. 10:9).
Hoy en día hay muchas enseñanzas falsas que niegan la deidad y el señorío de Cristo, por lo tanto, ninguna de ellas reconocer al verdadero Dios, y por eso son sectas o cultos paganos. Solo un creyente puede mirar a Cristo y postrarse ante Su señorío en adoración.
¿Y usted, ya reconoció a Jesús cómo su Señor y Salvador? ¿Y si ya lo recibió, lo está adorando como Quién es con toda su vida?

«Solamente un creyente puede reconocer Quién es su Señor, porque lo ha reconocido como su Dios y Salvador»
–Ministerio UMCD–