2 Corintios 8:1-6
“Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios; de manera que exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia.”
- La palabra “gracia” es traducida de la palabra griega «caris» que podría definirse entre otras cosas como la disposición amistosa a brindar un acto bondadoso, tener una buena voluntad.
- Pablo utiliza esta palabra para expresar que la buena disposición de los hermanos en Macedonia de dar una ofrenda “para los santos” venia como una disposición producida por Dios en la vida de ellos, una “gracia de Dios” (v. 1).
- Las iglesias en Macedonia eran pobres a causa de guerras que azotaron esa provincia romana, por lo que muchos hermanos vivían en extrema “pobreza”, pero a pesar de ello sentían un “gozo” muy profundo en poder ayudar con sus ofrendas, que, aunque no pudieron ser muchas en cantidad, eran ricas por la muestra de “generosidad”, ya que dieron “aun más allá de sus fuerzas”, o sea, dando más de lo que se hubiera esperado, en forma sacrificial. (v. 2-3)
- En Macedonia veían el dar como un gran “privilegio” por lo que rogaban que se les permita “participar en este servicio” en favor de los hermanos en Jerusalén que estaban pasando necesidad. (v. 4)
- Su generosidad nacía como producto de una entrega “al Señor”. Las iglesias en Macedonia se habían consagrado a Dios aún a pesar de vivir en medio de mucha tribulación y pobreza, y cuando hallaron la oportunidad de dar, entonces dieron todo como una entrega a Dios, ayudando a los hermanos (v. 5).

El corazón generoso viene como el resultado de una vida desprendida y altruista. Una vida que no se forja en el egoísmo o egocentrismo. La codicia y avaricia viene cuando la persona piensa solo en sí misma, mientras que un corazón dadivoso y generoso tiene su fuente en el amor verdadero. Dios es el único que puede ayudarnos tener ese corazón, cuando alineamos nuestra vida a Su carácter.
El que una persona quiera ayudar a otros brindando una ofrenda es el deseo que Dios puede generar de forma específica para proveer a otros de medios económicos cuando ellos se encuentren en necesidad (2 Co. 8:1-5). En la voluntad de Dios, Él puede obrar en un creyente para que éste de manera desprendida, generosa, y amorosa, dé una ayuda de alguna índole material que vaya a bendecir a alguien. Aún más, esa persona puede dar de forma sacrificial, tomando de lo poco que tiene para dar a los demás, esto es un reflejo del carácter de Cristo.
Esta generosidad se evidencia más cuando el creyente vive diariamente en el Señorío de Cristo. La entrega a Dios y a vivir Su voluntad hace que el creyente deje de actuar influenciado bajo su “yo” y permite que el Espíritu Santo le guíe a hacer cosas que son directamente el deseo del Señor (Gá. 5:16-18, 22-25). En la “gracia” de dar, no solo se refleja el carácter de Dios, sino Su obra directa de beneficiar a una persona por medio de la ofrenda dada por un creyente entregado a Él (2 Co. 8:5).

«El dar es una gracia de Dios en beneficio de Su obra en la iglesia o en la vida de otra persona; es un reflejo de Su carácter»
Ministerio UMCD