¿En quién confiaremos al dar?

El servir a Dios es una gran bendición que tiene también una gran responsabilidad. Cuando se trata de diezmos y ofrendas, las iglesias no debemos escatimar esfuerzos y medidas que vayan a prevenir cualquier inconveniente que pueda provocar daños muy grandes dentro de las congregaciones. Aunque todos los que sirven al Señor deben ser creyentes responsables, debemos recordar que todos seguimos expuestos al pecado, y por esto, debemos establecer pautas que eviten al máximo cualquier duda o inconveniencia.

Dar con voluntad y disponibilidad

En el principio de dar son varias las áreas que se deben considerar. No solo está el dar con generosidad y amor, sino que también se debe dar de acuerdo con las posibilidades propias de cada uno.

Creciendo en la “gracia” de dar

La madurez espiritual es el deseo de Dios para cada creyente, y por eso debe ser nuestra meta constante y creciente. Cada uno de nosotros tenemos diferentes áreas que deben ser fortalecidas, y en algunas áreas tenemos mucho más trabajo que hacer comparado con otras. La falta de crecimiento en el área del dar y de la generosidad es una muy común dentro de la iglesia de Cristo.

El dar, una “obra de gracia”

El corazón generoso viene como el resultado de una vida desprendida y altruista. Una vida que no se forja en el egoísmo o egocentrismo. La codicia y avaricia viene cuando la persona piensa solo en sí misma, mientras que un corazón dadivoso y generoso tiene su fuente en el amor verdadero. Dios es el único que puede ayudarnos tener ese corazón, cuando alineamos nuestra vida a Su carácter.

Dignos de reconocimiento

En cada congregación nos encontramos con creyentes fieles a la obra, aquellos que, sin ser pastores o ministros reconocidos en la iglesia, dan de sus vidas en el servicio a los demás. Su esfuerzo y dedicación es entregado en relación al Señor y a la iglesia. Ellos deben ser igualmente reconocidos, apreciados y respetados.

¿Qué hacer cuando mi esposo/a es no creyente?

El deber del creyente es amar a su pareja, honrarla, orar por ella, y modelar una vida santa (1 P. 3:1-7). Podemos, a pesar de las diferencias espirituales, tener un hogar bueno con la ayuda de Dios, y ahí el creyente debe buscar ser agente transformador. Pero si el no creyente decide por su parte separarse, entonces la posibilidad de esa separación es posible, “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios”. (1 Co. 7:15)

Considere la opción de vivir soltero

La persona casada requiere tiempo para su pareja y familia, designa parte de lo que tiene para atender las necesidades de la familia, y por tanto su posibilidad de servir en cuanto a ello se reduce. El soltero en cambio, puede servir a Dios con mayor libertad.

El matrimonio y las relaciones sexuales

El acto sexual es un regalo dado por Dios al matrimonio, y como tal, se debe honrar ese don con respeto, amor y entrega del uno al otro.