Romanos 1:1-6
“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo.”
Durante la historia muchos han tratado de negar la deidad de Jesucristo, otros han negado su encarnación, mientras que otros lo han tildado de un profeta o simplemente un charlatán. Pero los registros históricos han confirmado lo que la Biblia enseña enfáticamente, que Jesús es Dios y es Hombre. Que siendo Dios se encarnó a través de un nacimiento virginal (Lc. 1:26-38), y que siendo Hombre murió y que resucitó.
Aún durante la vida del Señor aquí en la tierra como Hombre sufrió las calumnias y rechazos de sus enemigos que no aceptaban Su deidad (Jn 8:39-59; 10:27-39). Pero Jesucristo siempre afirmaba ser Dios, y ser la Segunda Persona de la Trinidad (Jn. 10:29-30).
Mientras estuvo entre nosotros, Jesucristo declaraba Su poder de resucitar. Enseñó que resucitaría en tres días (Mt. 12:40; Jn. 2:18-22). Hablando de Su autoridad sobre la vida y la muerte, enseñó que Él había recibido la potestad de parte del Padre, y por tanto, no solo tenía poder sobre Sí mismo (Jn. 10:16-18), sino que podría resucitar a todos los que oyeran su voz y creyeran en Él (Jn. 11:23-26).

Pablo nos recuerda que la resurrección de entre los muertos por parte de Jesús fue la declaración que es “Hijo de Dios” (Ro. 1:4). Hablando de su encarnación, nos explica que “nuestro Señor Jesucristo, … era del linaje de David según la carne” (Ro. 1:3), pero que fue el poder manifestado por el Espíritu Santo lo que logró que el cuerpo humano de Cristo volviera a tener vida.
El “evangelio de Dios” (Ro. 1:1) es el mensaje que Jesús es Dios, que se había encarnado (v. 3), que había muerto, pero que también había resucitado (v. 4). La declaración de la deidad de Cristo asegura que todo lo dicho por Él en cuanto al perdón de los pecados y la vida eterna que Él ofrece a todos los que ponen su fe en Él como Salvador son ciertas. ¡Esas son las Buenas Nuevas!
Jesucristo sí resucito, y nuestra esperanza de hacerlo también está en la aceptación de Su deidad y Su obra de redención por nosotros. Sin ello, no habría esperanza, y como lo dijo Pablo, seríamos dignos de “conmiseración” (1 Co. 15:12-19), pero Cristo sí resucitó, y en Él “todos serán vivificados” (1 Co. 15:22).

«Con la resurrección, Jesucristo confirmó Su deidad, y con ello nuestra esperanza de vida eterna»
Ministerio UMCD