Declarado Dios por Su resurrección

Cristo Jesús, siendo Dios, no se limitó a su deidad ni se aferró a ella (v. 6), sino que decidió hacerse “siervo”, uno que sometía su voluntad para hacer la voluntad de otro para obedecer (v. 7). Jesús venía a la tierra al hacerse Hombre para someterse a la voluntad del Padre y así llegar a la muerte sacrificial en la “cruz” (v. 8).

Mensajero de reconciliación

Ahora, todos los que hemos sido perdonados y reconciliados por medio de Cristo, somos llamados a participar como mensajeros de reconciliación por medio de la predicación del evangelio. Cristo es el agente que hace posible la reconciliación, y el deseo del Señor es que nosotros que hemos sido perdonados, podamos por nuestra propia experiencia hablar a otros de esta única oportunidad.

Confianza que fortalece

Como Pablo, podemos mirar que el poder del evangelio no se detiene, y nosotros tenemos el privilegio de sufrir todo ello en nuestra fragilidad por la causa de Cristo. Dios, por medio del poder con el que Él actúa en nosotros, nos fortalece y capacita para seguir cumpliendo la tarea de llevar el evangelio a todos. Tenemos el privilegio de hablar del amor de Dios a pesar de tanto odio, de hablar de perdón en Cristo a pesar de tanta rebeldía, de hablar de vida eterna a pesar de que nos exponemos a la muerte.

Con olor de “triunfo”

Todos tenemos una responsabilidad ante Dios y ante los no creyentes de compartir el mensaje que nos redimió del pecado y nos ha dado vida eterna. Este mensaje da vida eterna a todo aquel que lo acepta, y nuestra participación al compartirla otorga al que lo recibe un “olor” agradable de “vida”.

Aproveche la “puerta” abierta

Cada uno de nosotros tenemos oportunidades únicas que se nos presentan como providencia del Señor para poder predicar el evangelio a personas en momentos específicos de nuestro caminar, lo que debemos es estar atentos a esas oportunidades y aprovecharlas.

Sin resurrección no habría sustento

La resurrección de los muertos es una verdad que se encuentra ampliamente explicado y confirmado en las Escrituras, sobre todo en el N.T. Es la posibilidad que todo ser humano tiene al final. La diferencia es el destino a donde va a ir cada persona al resucitar. Como nos dice Daniel, unos se levantarán “para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.” (Dn. 12:2)

El Evangelio y las Escrituras

La obra de redención de Cristo es la que salva al hombre. Él vino a morir en la cruz por nuestros pecados, fue sepultado como prueba de que sí había muerto, pero resucitó para manifestar Su poder y victoria sobre la muerte y el pecado. Este mensaje es el Evangelio, y todo aquel que creyere en estas Buenas Nuevas tiene la oportunidad certísima de salvación (Comp. Ro. 10:9-10).

Participando apropiadamente

Todos debemos ser buenos atletas para el Señor que corremos “en el estadio” de esta vida frente a un público que mira detenidamente nuestro desempeño apropiado, y de esta forma poder llevar el evangelio a toda persona sin que el pecado nos descalifique.