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Josué 9:1-14
“Cuando oyeron estas cosas todos los reyes que estaban a este lado del Jordán, así en las montañas como en los llanos, y en toda la costa del Mar Grande delante del Líbano, los heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, se concertaron para pelear contra Josué e Israel. Mas los moradores de Gabaón, cuando oyeron lo que Josué había hecho a Jericó y a Hai, usaron de astucia; pues fueron y se fingieron embajadores, y tomaron sacos viejos sobre sus asnos, y cueros viejos de vino, rotos y remendados, y zapatos viejos y recosidos en sus pies, con vestidos viejos sobre sí; y todo el pan que traían para el camino era seco y mohoso. Y vinieron a Josué al campamento en Gilgal, y le dijeron a él y a los de Israel: Nosotros venimos de tierra muy lejana; haced, pues, ahora alianza con nosotros. Y los de Israel respondieron a los heveos: Quizá habitáis en medio de nosotros. ¿Cómo, pues, podremos hacer alianza con vosotros? Ellos respondieron a Josué: Nosotros somos tus siervos. Y Josué les dijo: ¿Quiénes sois vosotros, y de dónde venís? Y ellos respondieron: Tus siervos han venido de tierra muy lejana, por causa del nombre de Jehová tu Dios; porque hemos oído su fama, y todo lo que hizo en Egipto, y todo lo que hizo a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán: a Sehón rey de Hesbón, y a Og rey de Basán, que estaba en Astarot. Por lo cual nuestros ancianos y todos los moradores de nuestra tierra nos dijeron: Tomad en vuestras manos provisión para el camino, e id al encuentro de ellos, y decidles: Nosotros somos vuestros siervos; haced ahora alianza con nosotros. Este nuestro pan lo tomamos caliente de nuestras casas para el camino el día que salimos para venir a vosotros; y helo aquí ahora ya seco y mohoso. Estos cueros de vino también los llenamos nuevos; helos aquí ya rotos; también estos nuestros vestidos y nuestros zapatos están ya viejos a causa de lo muy largo del camino. Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová.”
Ser engañado es una de las acciones que nadie quiere recibir, y muchos sufrimos profundamente la indignación de haber pasado por ese perjuicio. Viviendo en un mundo donde el engaño es cada vez más frecuente hallarlo, donde la honestidad y el trato justo va desapareciendo, es imperante que nosotros nos aseguremos de no sufrir el perjuicio de tal mal.
Pero ¿cómo poder saber si no somos engañados por las personas que vienen a buscarnos ofreciéndonos algún servicio o solicitando algún favor? Como habíamos mencionado, es más frecuente encontrarnos con personas que vienen con artimañas y nos estafan.

Josué fue uno de ellos. Los “moradores de Gabaón… usaron astucia” para engañar al pueblo de Israel. Ellos sabían que Dios estaba por traer juicio sobre ellos (v. 24), y para evitar ser destruidos, utilizaron la artimaña del engaño, y de esta manera fingir ser un grupo de moradores lejanos que en buena fe buscaban alianza estratégica. Josué y los príncipes de Israel, sin consultar a Dios en cuanto a este asunto, decidieron por sí mismos hacer alianza, lo cual no fue bueno ante Dios, ni tampoco agradó al resto del pueblo (v. 18).
El versículo 14 nos da la respuesta a nuestra necesidad: ¡Hay que consultar a Dios! El problema se presentó en el campamento de Israel porque nadie consultó a Dios. En vez de confiar en la guía del Señor, confiaron en las palabras de estos astutos enemigos, y se dejaron timar fácilmente.
El engaño siempre ha sido una de las tretas favoritas del maligno para apartar al hombre de Dios y de Su voluntad (Gn. 3:1-13). El engaño también es usado para alejar al hombre de la verdad de la Palabra de Dios (Ef. 4:14). Por esto nuestra búsqueda de Dios es imperante, para que Él, Quien conoce el corazón de aquellos que se acercan a nosotros y conoce la verdad ante todo asunto, y sobre todo de Su Palabra, sea Quien nos ayude con su guía a saber si estamos ante algún engaño o ante algo cierto y veraz.
Dios, a través del Espíritu Santo, nos guía a la verdad (Jn. 16:13). Depender de Él es crucial para no sufrir las consecuencias del engaño del pecado y la mentira, y seguir solo la verdad, la santidad y nuestro bien.
Recordemos también que, si hay algo que no está en la Biblia, ya de por sí podría ser una mentira, porque solo la Biblia contiene la verdad absoluta (Jn 17:11), lea las Escrituras diariamente y se llenará de la verdad de Dios.

«Para evitar ser engañado, el creyente debe buscar la verdad solo en Dios y en Su Palabra. ¡No hay más!»
Ministerio UMCD