El líder, al ser representante de Dios con autoridad, tiene la responsabilidad ante el Señor de hacer todo para representarlo, e implica manifestar su carácter en todas las áreas, incluyendo la santidad o moral de todos.
Un líder tiene que ser un estratega para poder evaluar la tarea, calcular los recursos que tiene, considerar las prioridades, trazar un plan que le ayude cumplir con metas establecidas, y depender de Dios para todo eso y más.
Una de las grandes debilidades en el liderazgo es la falta de control sobre las pasiones. Un gran líder puede ser derrotado fácilmente cuando sus pasiones son descubiertas y no hace nada para protegerse de ellas.
Un líder no puede ser un líder si en hogar no demuestra orden, y que cada uno en el hogar cumple sus funciones apropiadamente, ante Dios y los suyos.
El líder debe estar dispuesto a pagar el precio de las limitaciones, para que su vida se vaya forjando en la disciplina que lo transformará y traerá beneficios a otros.
El líder piadoso y humilde reconocerá que Dios es Quién ha permitido que llegue a ese lugar.
Para lograr una buena conducta general se debe comunicar con claridad los requerimientos, y corregirlos cuando sea necesario.
Usted será de bendición para los suyos cuando aprenda a vivir en íntima dependencia y confianza junto a Quién le ha encomendado tal tarea.