Juan 3:19-21
“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.”
La palabra fotofobia viene de dos palabras griegas que significan miedo, espanto o rechazo a la luz. Clínicamente se la conoce como el temor o la intolerancia anormal a la luz. Esta enfermedad es muy frecuente en personas con albinismo, pero también puede ser debida a enfermedades relacionadas con el ojo o el sistema nervioso, y que hacen que la persona evite exponerse directamente a la luz intensa, especialmente la luz solar.
Hay además ciertos animales que también evitan la luz como la cucaracha. Pero al contrario de los seres que sufren de fotofobia, hay algunos insectos, principalmente los lepidópteros (mariposas y polillas) y coleópteros (algunas especies de escarabajos) que son atraídos por la luz. Estos insectos son en su mayoría nocturnos y se guían principalmente con la luz de la luna, que es natural, pero pueden ser atraías por la luz artificial.
Espiritualmente el hombre tiene cierta “fotofobia” a la luz de la verdad de Dios y de Su Palabra. Su anhelo de vivir en el oscuro anonimato del pecado y alejado del mal lo lleva a alejarse de la luz para evitar que sus obras sean reprendidas.
Desde el momento del primer pecado de Adán el hombre tiene la tendencia a esconderse de Dios para no tener que rendir cuentas. Esta actitud está basada en la vergüenza que siente por estar indigno ante Dios, estar “desnudo” (Génesis 3:7-11).
Otro sentimiento que lo aleja de Dios es el temor, Adán tenía miedo de enfrentar a Dios por haberle fallado (Génesis 3:9-10).
Un tercer factor que lo aleja de Dios al hombre es la rebeldía o falta de arrepentimiento. Cuando Caín había pecado asesinando a su hermano, Dios se le acercó para restaurar su vida, y la decisión de Caín fue el de alejarse de Dios (Génesis 4:9-16).
Estos factores nos alejan de Dios y nos pueden mantener distantes por el resto de nuestras vidas. Saber que Dios entiende nuestro pecado, que está dispuesto a restaurarnos, y que puede transformarnos, nos ayudará a buscar Su luz. Pero también dependerá de cuanto anhelamos cambiar: “Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz…” (Juan 3:20).
Junto a Dios siempre hay un cambio que puede generar una transformación radical en nuestras vidas. Usted puede decidir mantenerse alejado de la luz o buscarla. Jesucristo, la Luz del Mundo, vino para cambiarnos y darnos vida eterna. ¿Quiere cambiar su vida? Pídale al Señor que lo transforme desde hoy mismo.
«Señor Jesús, ayúdame a buscar siempre Tu luz»
Juan 8:12
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”