Orando por nuestros líderes | VIDA CRISTIANA

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Miqueas 3:1

“Dije: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo?

 

En un hecho sin precedentes se dio la contienda electoral en los Estados Unidos para elegir al presidente de esta nación para el período 2017-2021. Los candidatos Donald Trump y Hillary Clinton llegaron a la etapa de las elecciones como representantes de sus partidos políticos. Durante la dura campaña, los dos candidatos se enfrascaron en una serie de controversias que afectó a cada uno de ellos, pero sobre todo dejó una estela de odio, temor, malestar, desconfianza en quienes contemplábamos.

Para el día de la elección, los ojos de millones de americanos y de otros miles de millones de personas de todo el mundo esperaban con ansias los resultados de ese histórico 8 de noviembre del 2016. Para increíble sorpresa de todos, y con ojos atónitos, mirábamos los resultados que comenzaron a darse durante la noche; se estaba dando una victoria al candidato Trump, para muchos, algo difícil de creer.

La sorpresiva de la elección de Donald Trump asombró a todo el mundo. El rechazo no se hizo esperar, y el temor de muchos llenó sus vidas de ansiedad. Para una gran cantidad de personas, esa victoria no solo fue sorpresiva, sino desestabilizadora. El descontento se extendió a muchos que por múltiples motivos rechazaron la realidad de los resultados. “¿Qué se puede esperar ahora?” Me preguntaron.

Dios es Quien establece las autoridades y no el hombre (Romanos 13:1). Que una persona llegue al poder es completamente soberanía de Dios. Cuando Jesucristo estaba frente a Pilato, el Señor le dijo que no estaría allí si no fuera porque Dios mismo lo había dispuesto (Juan 19:11).

Dios en Su buena y santa voluntad permite que hombres suban al poder, y cuando crea necesario los quita. Y aunque no parezca una buena opción, y aunque no sea necesariamente el deseo directo del Señor, quien llegue al poder está dentro de la permisiva providencia divina. El primer rey de Israel, Saúl, fue elegido por voluntad del pueblo, pero fue Dios quien permitió que este hombre llegara al poder (1 Samuel 8:4-22). Cuando Dios quiso cambiar el mando, llamó a David de entre las ovejas para que sea el nuevo rey, ahora escogido por el mismo Dios (1 Samuel 16:1-13).

Dios no solamente puede permitir que personas no idóneas lleguen al poder, aún con esas personas Dios puede cumplir Sus propósitos divinos a través de personas que influyan piadosamente, como lo hizo en el pasado. José en Egipto, Ester en Persia, Samuel con Saúl, Natán con David, Daniel y sus amigos en Babilonia, Nehemías, Isaías, Elías, en fin; la Biblia tiene una gran lista de personas piadosas, que, sin ser las autoridades, influyeron en la vida de quienes estaban en el poder.

Por otro lado, está el poder en la oración. Cuando Ester tuvo que enfrentar una gran persecución contra los judíos ayunó y oró con su tío y el resto del pueblo (Ester 4:16). Nehemías, al enterarse del estado de Jerusalén oró a Dios por solución (Nehemías 1:4-11).

¿Entonces, en vez de preocuparnos por quien está en el poder, porque no oramos por nuestras autoridades? Dios, sobre cualquier poder y potestad es Soberano. Dios puede inclinar el corazón del rey de acuerdo a Sus propósitos eternos y en favor de Su pueblo (Proverbios 21:1).

Si quiere orar en favor de su ciudad, su nación, el mundo, oremos para que nuestros líderes lleguen a saber lo que es justo” (Miqueas 3:1), y así el pueblo podrá vivir en paz, armonía y prosperidad. Nosotros podemos cambiar el rumbo de una nación, no cambiando de presidente, sino orando para que Dios obre en nuestro gobernante y/o ponga personas piadosas que influyan positivamente la vida de aquellos que están en poder. Al final, quien gobierna y vela por nosotros, es Dios y no el hombre.

Pablo nos exhorta a que hagamos “rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” en forma seria, profunda y constante, y aún más, por quienes están al mando, pues “esto es bueno y agradable delante de Dios” (1 Timoteo 2:1-3). También nos exhorta a someternos a ellos, pues es para nuestro bien (Romanos 13:1-5).

 

«Padre, te pido por mi ciudad, mi país, y el mundo, gracias por quienes están en el poder, guíalos para nuestra bendición, ¡Amén!»

 

Proverbios 21:1

“Como los repartimientos de las aguas,
Así está el corazón del rey en la mano de Jehová;
A todo lo que quiere lo inclina.”

 

*Nota: Para un poco más de estudio, lea este artículo relacionado: INCOMPRENSIBLES.

Publicado por Ministerio UMCD | Un Momento Con Dios

Reflexiones Cristianas. Salmos 1:2 "Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche."

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