Lucas 1:18-20, 34-38
“Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. […] Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”
Existe una gran diferencia entre la posibilidad de un proyecto y la forma de desarrollar el proyecto. La posibilidad expresa la capacidad o la opción de conseguirse algo, mientras que lo otro nos expresa la forma de conseguirlo. En la vida cristiana una cosa es hablar sobre la posibilidad de que se consiga una obra de parte de Dios y otra muy diferente es mirar las vías en cómo esa obra pueda llegar a cabo.
Zacarías y María enfrentaban circunstancias similares, pero que mirando con detalle encontramos una inmensa diferencia entre ellos. Ambos eran, hasta el momento de ser anunciados, personas que no tenían hijos y que por sus condiciones se hacía difícil que los tengan; Zacarías era una persona de edad y su esposa era estéril mientras que María era una doncella que no estaba casada y era virgen. Ambos fueron anunciados por un ángel del real deseo de parte de Dios de que lleguen a ser padres. Los dos se sorprendieron ante el anuncio. Tanto Zacarías como María le preguntan al ángel, pero la diferencia era que Zacarías cuestiona la posibilidad del milagro mientras que María pregunta la forma de cómo se desarrollaría el milagro.
La fe hizo la diferencia entre ellos; y aunque parecería que este pequeño detalle no hace la diferencia, dentro de la obra de Dios ese detalle marca un abismo de diferencia.
La Biblia nos dice que “sin fe es imposible agradar a Dios”, y que sin esa fe Dios no premiará con bendiciones a quienes dudan (He 11:6). La fe marcó la diferencia entre la obediencia y la desobediencia para el pueblo de Israel y la conquista de la Tierra Prometida (Nm 14:1-12). La fe marcó la diferencia entre Saúl y David y cómo enfrentaron a Goliat y los filisteos (1 S 17:1-51). La fe marcó la diferencia para un padre que tenía un hijo endemoniado y la sanidad del muchacho (Mr 9:14-29). Fue la fe lo que hizo que Zacarías quedara mudo hasta el nacimiento de Juan el Bautista, mientras que María enfrentó con valor las complicaciones sociales de su embarazo virginal.
Es la fe la que pone en acción la maquinaria de Dios para lograr sus propósitos y la manera como nosotros respondemos ante las dificultades que se nos presentan. La fe nos lleva a agradar y a obedecer, mientras que la falta de fe nos aleja de las bendiciones y nos da desconfianza para seguir y obedecer. Con la fe vemos un puente mientras que sin ella vemos solo un abismo. ¿Cómo está su fe hoy?
«Padre, ayúdame a crecer en fe»
Hebreos 11:1
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”