Lucas 11:1-4
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”
Desde muy pequeño me enseñaron a repetir la oración del “Padre Nuestro”, misma que Jesucristo dejó como modelo para nuestras oraciones a Dios. La enseñanza de como orar no es nueva, siempre ha habido una limitación en la capacidad del hombre a orar de acuerdo con lo que la Biblia nos enseña y que sea apropiadamente expresada a Dios (Ro 8:26). Uno de los discípulos, después de ver a Jesús orar, le pide que le enseñe, y fue ahí donde, otorgando una guía, nos da los diferentes puntos que deben ser mencionados en la oración: Reconocimiento, adoración, establecimiento, sometimiento, provisión, restitución, liberación, y nuevamente, adoración (Mt 6:9-13).
Como lo hemos repetido tan a menudo, estos puntos significativos de la oración llegan a pasar sin ser considerados apropiadamente, y uno de estos es el sometimiento.
Cuando oramos, a menudo somos nosotros quienes ponemos las peticiones y esperamos las respuestas. Pero la frase “Hágase tu voluntad” tiene un valor importantísimo en la oración que Jesús enseñó (Lc 11:2). Interesantemente la traducción Reina Valera 1960 tiene a esta frase traducida únicamente tres veces (Mt 6:10; 26:42; Lc 11:2), y estas son expresadas solo por Jesucristo: dos cuando enseñó a orar, y la otra, cuando estaba en el huerto orando antes de ir a la Cruz. El griego original utiliza también la misma combinación de palabras: “ginomai suo jó thelema”.
De las 9 veces que la palabra “ginomai” (γίνομαι, G1096) es traducida como hacer o hágase en los Evangelios, 7 veces están relacionadas con la voluntad de Dios, y cinco de ellas expresadas por el propio Jesús como sometimiento y anhelo: “Hágase tu voluntad” (Mt 6:10; 26:42; Lc 11:2); “es necesario que así se haga” (Mt 26:54); “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22:42). De las otras dos ves, una es dicha por el ángel, cuando le anuncia a Zacarías del nacimiento de Juan el Bautista; y la otra por María, cuando acepta la anunciación del nacimiento de Jesús: “hasta el día que esto se haga” (Lc 1:20); “hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc 1:38).
La palabra hacer tiene la intencionalidad de expresar el deseo que algo se llegue cumplir, o que sea así. Cuando oramos diciendo “hágase tu voluntad”, estamos diciendo que existe en nosotros un sometimiento profundo a la voluntad de Dios, y un deseo o anhelo de que eso se cumpla en nuestras vidas.
Recordemos, cuando oremos, tenemos que venir con el propósito de buscar hacer la voluntad de Dios, y no la nuestra. “Hágase tu voluntad” no es una frase que el Señor Jesús nos dio solamente como patrón para nuestra oración, sino que, con su muerte, ejemplo de cómo vivirlo nos dejó.
«Padre, hágase en mí Tu voluntad. ¡Amén!»
Romanos 12:2
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”