Santiago 5:16-18
“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.”
¿Cuánto puede lograr una oración ferviente y eficaz? Esa es una de las respuestas que solamente lo sabremos personalmente cuando experimentemos el poder de Dios obrando en favor de esa oración.
Para Dios, nada de lo que necesitamos o deseamos está escondido o desconocido, Él es Omnisciente. El propósito de la oración se basa en la necesidad que existe en nuestra vida de una relación cercana al Señor. Dios es Autoexistente y Eterno, no requiere de la presencia del hombre para Su existencia; fuimos creados porque deseaba que nosotros compartamos la eternidad con Él, y es en base a esta verdad fundamental que podremos entender mejor el propósito de la oración.
En vista que Dios lo sabe todo, la oración obra en nosotros para ayudarnos a mantenernos cerca de Él. Imagine que nosotros no busquemos a Dios durante el día, y luego durante una semana, y meses; aunque existen muchos que así viven, para quienes hemos experimentado la presencia y la obra de Dios en nuestras vidas, ese concepto es difícil de concebirlo, es entonces por medio de la oración donde mantenemos esa relación con Dios. Usted y yo tenemos el privilegio de acercarnos a compartir nuestra vida junto a nuestro Amado Creador, y esa relación se fortalece mediante la oración.
Cuando oro, lo que experimento de Dios es ver Su poder obrar; miro Su cuidado, bondad, provisión, sabiduría, rectitud, fidelidad y misericordia obrando en mi favor. El momento que Dios concede mi petición, lo que aprendo de Él es que en Su voluntad ha decidido bendecirme con lo que he solicitado, pues todo lo recibido está bajo Su buen deseo. Entonces, mi petición sí tiene esa respuesta que bendice mi vida.
Santiago nos recuerda que Elías, aunque fue un profeta, fue un hombre igual a nosotros, con “pasiones”. El justo Elías oró para que no llueva y no llovió por tres años y medio; luego oró para lloviera y así fue después de esos tres años y medio; ¿Por qué? Porque la petición de ese “hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras” estaba dentro de la voluntad de Dios.
Elías era un hombre “justo” porque creía en Dios, su fe y comunión con el Señor estaban acompañados con su obediencia, esto le permitía a Elías orar bajo la voluntad de Dios y experimentar la poderosa obra del Padre en su vida y alrededor de él.
Usted y yo tenemos las mismas posibilidades que Elías para ver al Señor obrando en nuestras vidas respondiendo nuestras oraciones. Cuando pedimos, lo que hacemos es aprender a confiar por la fe en el Dios que puede obrar personal e íntimamente a nuestro favor. La “oración eficaz” expresa la idea de que nuestras oraciones activan la obra de Dios. La idea de orar es como que fuéramos a la bodega de peticiones personales reservadas para nosotros y le decimos al Señor que deseamos que aquella petición reservada se nos sea otorgada, entonces vemos Su obra, y es ahí donde la oración manifiesta su eficacia.
«Dios, gracias te damos porque por medio de la oración nos acercamos a Ti, y confiando en Tu persona aprendemos a depender más de Tu obra a favor de nosotros»
Hebreos 11:6 (NTV)
“De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.”