Salmos 56:1-4
“Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; Me oprime combatiéndome cada día. Todo el día mis enemigos me pisotean; Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?”
En un programa cómico infantil de televisión de muchos años atrás, había un personaje heroico muy conocido que utilizaba una frase ‘a propósito’ mal pronunciada para dar confianza: “Que no PANDA el CÚNICO”. Esta frase que se hizo muy popular y era utilizada para expresar la idea de que no debía CUNDIR o PROPAGARSE el PÁNICO.
¿Es normal que una persona tenga temor? ¿Un creyente puede tener temor o es una actitud incorrecta? ¿Qué es el temor y cómo combatirlo?
La palabra temor o “temo” (v. 3) viene de la palabra hebrea “yare˒” (יָרִֵא, H3372); y como nos dice W. E. Vine en su diccionario, “básicamente, el verbo connota la reacción sicológica que llamamos «temor»”. Es el miedo que se siente al considerar que algo perjudicial o negativo ocurra o haya ocurrido, y puede ser conducido hacia una persona o cosa.
Pero “yare˒” también puede ser asociado cuando es usado en relación con una persona de alto rango, en donde se convierte en temor reverente. Generalmente se lo emplea para expresar el respeto y la reverencia que una persona debe tener ante Dios, hacia Quien se debe vivir en una sumisión santa y justa (Gn 22:12; Éx 14:31).
En el pasaje del Salmo 56, vemos que David estaba con temor a causa de los filisteos que lo prendieron en Gat (1 S 21:13-15), en ese momento su semblante cambió y temió (v. 3a), pero su temor fue temporal, pues inmediatamente su reacción fue de confianza (v. 3b).
El temor de David era fundamentado, pues sus enemigos le oprimían diariamente combatiendo contra él (v. 1), diariamente muchos lo acosaban (v. 2), le acusaban falsamente (v. 5), y le buscaban constantemente para matarlo (v. 6). Eran los días cuando Saúl lo perseguía en tierra judía, mientras que en Filistea sus otros enemigos lo buscaban para darle muerte (v. 13a).
Ante tales circunstancias extremas de peligro el temor es normal que se presente, pero lo que no podemos permitir es que el temor nos controle y nos conduzca al pánico o terror, que es una ansiedad con temblor y consternación (1 S 14:15; Zac 12:4; 14:13).
David combatía su temor con la oración y la Palabra de Dios. Inicia su canto clamando la ayuda benigna de Dios: “Ten misericordia de mí, oh Dios” (v. 1a). Habla de la maldad sus enemigos (v. 1b, 2), y en su oración le dice que tiene temor, pero ese temor era sacado de su corazón por la confianza que tenía en el Señor (v. 3).

David sabía que Dios lo había “librado de las garras del león y de las garras del oso” (1 S 17:37). Por medio del profeta Gad supo que Dios no lo quería resguardado en un lugar fuerte, pues quería que confiara más en Él (1 S 22:5); y cuando enfrentaba un nuevo reto buscaba la guía de Dios para actuar bajo Su Palabra (1 S 23:3-5, 9-13). Todo esto hacía que David alabara la Palabra de Dios, ya que confiaba en lo dicho por el Señor, y su temor se iba (v. 4, 10, 11).
¿A qué teme hoy? ¿Qué está afligiendo su alma? Que no cunda el pánico; ore al Señor, busque guía y aliento en Su Palabra, y su temor se transformará en confianza.
«Señor, mis temores desaparecen cuando confío en Ti»
Salmos 56:13
“Porque has librado mi alma de la muerte, Y mis pies de caída, Para que ande delante de Dios En la luz de los que viven.”
