Génesis 3:14-15
“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
Muy poco tiempo pasó desde que el hombre engañado por la serpiente tomó del fruto prohibido y comió de él. Poco tiempo había transcurrido desde que el hombre se dio cuenta de su gravísimo error; y al darse cuenta de que la maldad había llegado a su vida, se percató de su condición y trató de “cubrir” su falta con hojas. Escondido, avergonzado, inmerso en la ignominia buscaba alejarse de Dios.
Tras los matorrales buscaba evitar encontrarse ante el Creador. Siente Su presencia, se agacha y calla. De repente escucha una voz: «Adán, Adán “¿Dónde estás tú?”» – le dice Jehová (Gn. 3:9). El hombre, apenado y con temor le responde: «“Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”»(Gn. 3:10).
Así pasaron los primeros momentos después que el hombre había pecado. La serpiente, contenta con el mal causado, se debió haber regocijado del gran mal que había ingresado en el hombre y en la tierra (Ro. 5:12). Pero Dios, en Su infinito amor, con Su gran misericordia y paciencia llama a los autores de tan horrendo acto a juicio, y pasan uno por uno ante el Juez Soberano (Sal. 94:2).
Primero el hombre: Adán, al haber sido el responsable ante Dios de obedecer escucha la pregunta: «“¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?”» (Gn. 3:11).
Segundo la mujer: Eva, al haber cedido ante el engaño de la serpiente, es interrogada: «“¿Qué es lo que has hecho?”» (Gn. 3:13).
La respuesta de ambos fue esquiva, buscaron evitar su responsabilidad completa incriminando a alguien más: «“La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”» – dijo Adán. Eva miró a su costado y dijo: «“La serpiente me engañó, y comí.”» (Gn. 3:12, 13).
El hombre había pecado, habían fallado el mandamiento de su Creador que con amor había provisto todo un jardín para ellos. Ambos, frente al Juez, se saben culpables, pero no comprenden la magnitud de su mal. Dios sabía que tenía que castigarlos, sabía que debía dar muerte a causa de su pecado; Él mismo en persona le había dicho a Adán: «“el día que de él comieres, ciertamente morirás.”» (Gn. 2:17). El hecho estaba consumado, el juicio se estaba dando, el castigo tenía que ser impartido: “MUERTE” decía en la sentencia.
Pero en medio del juicio, Dios llama al tercer implicado, la serpiente. Esta sabía muy bien lo que había hecho, sabía que había logrado con su cometido. En medio de su maldad se gozaba por el castigo que esperaba al hombre. Pero de repente, Dios en Su amor, declara con Justicia y Misericordia: «Sí, el hombre es culpable al igual que la mujer, pero para ellos hay esperanza, mientras que para ti no la hay» – le dijo a la serpiente. Continuando dijo: «Va a venir un Hombre, Santo y libre de pecado, nacerá de la mujer, pero este no será tentado ni sucumbirá ante el pecado; este Hombre, va a nacer para morir sustitutoriamente en la Cruz.» Mirando a la serpiente le dice: «La simiente de la mujer, este Hombre, “te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”» (Gn. 3:15).
En ese momento el silencio; esta respuesta no la esperaba el maligno. Dios había encontrado una forma Legal y Justa de librar al hombre de su pecado, tenía que enviar a un Salvador para que muera por el pecado del hombre. La serpiente se encuentra en ese instante derrotada; entendió que su maligno plan había fallado. Dios enviaría a un Hombre, a Su mismo Hijo, a nacer por medio de una mujer para que muera por el hombre pecador.
La historia cambio de inmediato de dirección, Adán y Eva hallarían en Cristo esperanza, Él mismo Jesús moriría por su culpa. Mientras que Satanás esperaría otro juicio, en el Calvario y ante la Cruz.>>
Navidad es recordar parte de esa Promesa dada por Dios en el Edén. El nacimiento de Jesús es la una cara de la moneda, y su muerte en la Cruz la otra. Sin las dos no hay cumplimiento total. Gracias a Dios, esa promesa se cumplió.
«A pesar del maléfico plan del maligno, detrás de todo ello, el Creador tenía preparado Su bondadoso plan de redención»
Gálatas 4:4
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, DIOS ENVIÓ A SU HIJO, NACIDO DE MUJER Y NACIDO BAJO LA LEY.”
