Isaías 6:1-3
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”
- Isaías había sido escogido por Dios para ser profeta delante del pueblo israelita, para hablarles en nombre de Dios.
- Él era un hombre piadoso, justo, que se interesaba por conocer la ley de Dios, por obedecerla y un día recibió la dicha de tener una visión de Dios en su gloria.
- En el capítulo seis del libro que lleva su nombre, se nos narra esa visión tan importante, y se nos habla de detalles como por ejemplo la orla del manto de Dios, que era tan grande que cubría todo el templo. En esa época la orla era un elemento decorativo de las grandes personalidades que simbolizaba su importancia, así que la grandeza de la orla del manto de Dios nos ayuda a entender su eminencia, poder y autoridad.
- Los serafines que estaban en la presencia de Dios son seres creados por Él que están a su servicio; y como ellos hay millares de ángeles que también le sirven y adoran (Dn. 7.10).
- Tal es la gloria de Dios, que ni siquiera los serafines, quienes al parecer en el orden jerárquico de los ángeles tienen una posición de importancia por permitírseles estar en la presencia de Dios continuamente, pueden ver su gloria. Por eso necesitan alas que cubran sus rostros, otras que cubran sus pies para ocultar su naturaleza de criaturas, y otras para volar y mantenerse en las alturas que Dios habita sin ningún esfuerzo.
- Una de las cosas importantes de este pasaje es la adoración que Dios recibe por ser “Santo, santo, santo”. En la literatura judía existe una técnica para hacer énfasis sobre las ideas o palabras importantes que consiste en la repetición; y si bien toda la palabra de Dios es sagrada, cuando algo se repite en ella nosotros debemos considerarlo tan relevante que debe acaparar por completo todo nuestro ser, como en este caso.
- La santidad de Dios debería tener un nivel superlativo en nuestro conocimiento de Él.

En el siglo XX un teólogo y antropólogo alemán llamado Rudolf Otto escribió un libro llamado en español: “Lo racional y lo irracional en la idea de Dios”, en el que publicó su estudio acerca de lo santo y lo sagrado; concluyendo que la experiencia que tenemos de lo santo es de algo muy extraño e imposible de penetrar y de comprender, tan misterioso y poderoso que puede provocarnos miedo. (Ministerios Ligonier, 2020a)
También detectó que, en todos los ámbitos, a través de las diversas civilizaciones, la respuesta básica de los seres humanos a lo que consideran santo o que sea santo es una respuesta ambivalente. Lo que quiere decir que, tenemos sentimientos encontrados acerca de lo santo, que hay algo acerca de la santidad de Dios que nos atrae, pero que también nos espanta y nos asusta. (Ministerios Ligonier, 2020a)
Pero ¿quién es santo?, pues la respuesta es Dios, Él es santo. Lo vemos en su creación que fue perfecta y santa, así como Dios (Gn. 1.31); y en su ley que también es santa (Ro. 7.12).
Nuestra idea de Dios dista mucho de la verdad, algunos creen que Dios es como un anciano bonachón, qué pasa por alto todo lo injusto y al que se le puede menospreciar y rechazar cada vez que se quiere; no, el hecho de que Su amor y misericordia sean tan grandes no significa que su santidad y justicia sean eliminadas.
¿Qué respuesta nos produce la santidad de Dios? ¿Temor o confianza? Lo que debería pasar en nosotros es que ese temor inicial que nos debe producir Su santidad nos haga rendir y humillar ante Él, para que luego, Él nos limpie y declare santos gracias a la vida santa de su Hijo, Quién ha sido el único hombre capaz de satisfacer la demanda de santidad y justicia de Dios; de tal forma que gracias a Cristo nos sintamos confiados delante de Su santidad.

«La santidad y justicia de Dios están perfectamente unidas con su amor y misericordia.»
Ministerio UMCD