1 Juan 1:5-8
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.”
La Biblia nos dice que la buena comunión entre las personas es posible y placentera (Sal 133). Pero Juan nos recuerda que para que exista tal comunión, las personas deben andar en luz (1 Jn 1:7).
Andar en luz es seguir en obediencia al Señor, es anhelar buscar Su presencia diariamente y dejar que Él obre en nosotros. Jesús dijo que quienes no se acercan a la luz no lo hacen porque no desean que sus obras sean reprendidas, pero quienes buscan la luz manifestarán que sus obras son hechas en Él, es decir, que la persona que camina con Él siempre estará haciendo lo correcto, lo bueno. (Jn 3:19, 20)
Si dos o más personas caminan en luz, entonces existen mayores posibilidades que siempre estén de acuerdo, y si hay conflictos, eso se soluciona en amor y verdad, con gracia y paciencia.
Es el pecado el que trae de vuelta al corazón del creyente la falta de amor, la falta de perdón, la crítica maliciosa, el egoísmo, los pleitos, la ira, los celos, etc. (Mt 15:18, 19; Gá 5:19-21).
Si usted se encuentra en algún problema personal con alguien, lo más seguro es que más de uno de los dos se encuentra afectado con pecados, no están andando en luz.
Pablo nos recuerda que una persona que está viviendo alejada del Señor no debe ser una persona a quien debemos buscar para mantener una relación cercana, pues no hay comunión entre “la luz” y “las tinieblas” (2 Co 6:14-18). Una persona que no camina con Dios difícilmente podrá tener comunión con alguien que camina en luz, y si los dos están en tinieblas, las manifestaciones del pecado en ambos serán obvias y nefastas.
Para restaurar la comunión con otros, debemos alejarnos del pecado (si nosotros tenemos problema en relacionarnos con ellos), pedir perdón a Dios y a quienes hayamos ofendido, dejar que Cristo nos limpie y vaya restaurando nuestras relaciones personales.
Si es la otra persona es quien está en oscuridad, pida a Dios por esa persona, sea paciente y recuerde que aquel está bajo el efecto del pecado, ame al pecador y trate con amor y verdad el pecado; si tiene que alejarse por un tiempo, será mejor hasta que la persona cambie y ambos puedan andar en luz. Cuando eso pase, las bendiciones de la comunión fraternal abundarán.
“El pecado aleja al hombre de Dios y de su prójimo. Desbarata la vida y aumenta la confusión. En vez de paz, hay discordia; en vez de armonía, desorden; y en lugar de comunión, enemistad” (Kistemaker, S. J).
«Padre, perdona mis pecados, cambia mi vida y ayúdame a caminar en luz, entonces podré caminar en amor junto a Ti y mi hermano»
1 Juan 4:21
“Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”