Hechos 13:20-23
“Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años. Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel.”
La vida de cada ser humano va a pasar por la vida dejando sus huellas de existencia. Nadie ha pasado, ni pasará por el mundo, sin dejar su rastro. Lo que dejemos, o lo que hayamos hecho, y que quede de recuerdo o patrimonio es lo que se conoce como legado.
Cuando Pablo pasó por Antioquía de Pisidia, dio su mensaje de salvación dando una corta reseña de la historia de Israel conectándola con la vida y obra del Señor Jesucristo. En este discurso habló en unas cuantas líneas de dos personajes significativos de Israel: Saúl y David. Cada uno de estos dos reyes tienen particularidades, pero que como lo expresó Pablo, y quedó registrado en el Libro de los Hechos inspirado por el Espíritu Santo, el legado de ambos es completamente distinto.
Saúl fue el primer rey de Israel, pedido por el pueblo, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, pero fue “quitado” por Dios, y con él, toda su descendencia del reinado (v. 21, 22a). David, por el contrario, fue levantado por Dios mismo, hijo de Isaí, y como lo dice el mismo Señor, fue un “varón conforme a (SU) corazón”, que hizo Su voluntad (v. 22).
Si termináramos de hablar de ellos con estos dos versículos, podríamos marcar ya la diferencia y el impacto que dejaron sus vidas. Pablo, ahondando más el contraste, habló de David diciendo que a través de su descendencia, y bajo una promesa dada, “Dios levantó a Jesús por Salvador” (v. 23). No solamente que la vida de David dejó tras de sí un gran reinado de obediencia hacia Dios, sino que el mismo Dios lo honró dejando en él la línea por medio de la cual nacería Jesucristo porque fue un hombre conforme a Su corazón.
Una persona conforme al corazón de Dios no es alguien quien vive una vida perfecta de obediencia, pues David no fue perfecto, ni nadie lo será. Una persona conforme a corazón al Dios es alguien, quien, a pesar de lo imperfecto, trata siempre de buscar a Dios y cumplir con Su voluntad. Es alguien que de lo profundo de su ser se esfuerza día a día por tener a Dios en el trono de su vida deseando agradarle en todo tiempo.
¿Qué legado espiritual está dejando su corazón? ¿Qué están diciendo ahora de usted y de lo que hace para agradar a Dios? ¿Qué legado quedará en sus hijos y en sus nietos como recuerdo de su vida y de su consagración a Dios? No olvidemos que lo que estamos sembrando espiritualmente para nuestras vidas, no solamente impacta nuestro futuro y nuestro nombre, sino que impactará también la vida de los nuestros. ¡Es hora de honrar a Dios con todo nuestro “corazón”!
«Dios, Tú eres digno de mi adoración de corazón»
Deuteronomio 4:9
“Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.”