Juan 14:8-14
“Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”
La invitación que nos hace Jesucristo a predicar Su evangelio puede ser un desafío para muchos, un desafío muy intimidante que puede detenerlos para no hacer nada. Pero el Señor en ningún momento ha deseado que esto ocurra. Como seres humanos en sí, estamos limitados en capacidad y autoridad para desarrollar dicha tarea, pero es ahí donde nuestra limitación tiene la extraordinaria capacidad potencializada por parte de Dios.
Ante la inquietud que Felipe tuvo de conocer a Dios el Padre, Jesucristo responde con una verdad teológica sumamente importante: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9). Jesús había ministrado con el mismo poder y autoridad del Padre, Sus obras daban testimonio de ello (v. 10, 11). Detrás de esta verdad eterna, Jesús extiende una invitación a participar de las obras de Dios con esa misma capacidad y autoridad: “las obras que yo hago, él las hará también…”; pero con una expectativa mayor: “… y aun mayores hará…” (v. 12).
Jesucristo había venido a la tierra para morir por el pecado del hombre, éste fue su principal propósito; pero mientras vivió en medio de nosotros, el Señor ministró con gran poder y autoridad haciendo una invitación a que lo aceptaran como Salvador personal. Las “mayores” obras a las que se refería Jesús era que, ahora que Él iría al Padre, nos otorgaría Su poder y autoridad para predicar Su evangelio al mundo. Para que nuestra tarea sea hecha con seguridad y tenacidad, Jesucristo nos indicó que necesitamos creer en Él y orar en Su Nombre (v. 12-14).
Como creyentes, debemos confiar en la autoridad de Jesús para salvar al hombre. En unos versículos antes les decía a sus discípulos que Él era el único camino al Padre (v. 6); que por cuanto lo habían visto ya habían visto al Padre, y que, si creían en estas verdades, pues entonces ya tenían la capacidad para hacer las obras mayores de predicar el evangelio. Pero también los exhortó para que pidan a Dios, para que sea Él, y no el creyente, Quien obre para llevar al hombre al convencimiento salvífico. Jesús dijo, que, si confiábamos y orábamos en Su Nombre, entonces lo haría, para que el Padre sea glorificado (v. 13).
Nosotros ahora no debemos intimidarnos ante nuestras limitaciones, sino, al contrario, motivarnos ante las tremendas posibilidades que tenemos con Dios para hablar a otros de Cristo. ¡Apropiémonos de estas verdades!
«Señor, gracias por habernos envestido con autoridad para predicar Tu Nombre, y gracias por tan alto privilegio»
Mateo 28:18-20
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”