1 Corintios 6:1-8
“¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? […] Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.”
“Cuatro campesinos se encontraron fuera de una ciudad cuando iban de viaje (Los llamaremos los señores A, B, C y D). El señor A y el señor B durante mucho tiempo habían estado fuertemente enojados, el uno contra el otro por causa de ciertos límites de sus propiedades, pues eran vecinos, y dichos límites no estaban claramente definidos. Cuando A y B se vieron no se saludaron, se hicieron reclamaciones recíprocamente, comenzaron a usar un vocabulario insolente y a ofenderse de palabra. Entonces A desafió a B para que pelearan a puñetazos: A comenzó, y B devolvió los golpes … Al fin A fue derrotado, y cayó al suelo.”
“Mientras, los señores C y D estuvieron observando el desarrollo de los acontecimientos; y aunque tenían un problema como el de A y B, y los niños de uno habían peleado con los niños del otro, el señor C dijo a D: “Señor D, yo creo que debemos orar. Vamos a orar.” Después de la oración dijo el señor D: “Vamos a ponernos de acuerdo; para arreglar nuestro problema yo haré mi parte y usted hará la suya. Cada uno de nosotros tiene algo de razón y ha cometido unos errores en este asunto.” El señor C estuvo de acuerdo en esto, y después de haber orado otra vez resolvieron su problema; y el domingo siguiente se sentaron juntos en el templo y juntos adoraron a Dios.” —Adaptado de Higley.
Lamentablemente es común ver pleitos entre los miembros de la familia, los amigos, y aún más, entre los hermanos en las iglesias. Como seres imperfectos estamos expuestos a causar o a recibir un agravio. La Biblia nos exhorta a buscar la reconciliación y la restitución, antes que buscar el pleito y el juicio.
Muchos optarían por buscar la justicia, pero no lo harían buscándola en la iglesia hablando con el pastor o con un hermano sabio, al contrario, irían al juicio en las cortes. Esto nos es apropiado, puesto que siempre traerá más problema al problema. Pablo nos recuerda que dentro de la iglesia hay personas, que por su madurez espiritual y sabiduría son capaces de dar un mejor juicio que aquellos que imparten justicia en las cortes. Dios puede guiar a una persona a traer justo juicio ante el impase, pero también puede obrar entre todos para buscar el perdón y la restitución.
Pero cuando una de las partes no quiere obrar apropiadamente ¿qué debemos hacer? Si una de las partes decide no colaborar, entonces es mejor que decidamos recibir el agravio, con una actitud perdonadora y humilde, antes que llevar el pleito a consecuencias mayores.
Si tiene algún problema es mejor entregarlo en manos de Dios que buscar justicia, al hacerlo estamos manifestando el carácter perdonador de Dios. ¡Es mejor perder lo ya perdido que ganar mayor dolor!
«Dios, Tú me has enseñado el significado del perdón por medio de la muerte de Tu Hijo»
Mateo 6:14, 15
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”