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Josué 6:9-16, 20-21
“Y los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las bocinas, y la retaguardia iba tras el arca, mientras las bocinas sonaban continuamente. Y Josué mandó al pueblo, diciendo: Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad; entonces gritaréis. Así que él hizo que el arca de Jehová diera una vuelta alrededor de la ciudad, y volvieron luego al campamento, y allí pasaron la noche. Y Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehová. Y los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, fueron delante del arca de Jehová, andando siempre y tocando las bocinas; y los hombres armados iban delante de ellos, y la retaguardia iba tras el arca de Jehová, mientras las bocinas tocaban continuamente. Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo día, y volvieron al campamento; y de esta manera hicieron durante seis días. Al séptimo día se levantaron al despuntar el alba, y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta alrededor de ella siete veces. Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad. […] Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron. Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos.”
El que una persona siga a Dios comprometida es cuestión de una sola fe para que el Señor obre en esa persona, pero el que una nación o un grupo de personas sigan todos a Dios, eso si que requiere una fe colectiva que movilice a todo el grupo en pos del Señor, y eso no es común hallarlo.
Aunque la relación de Dios es personal e individual con cada uno de los creyentes, es muy cierto que esa relación personal se puede desarrollar con todo un grupo de personas.
En el A.T. Dios obraba y se relacionaba con el pueblo israelita, con sus líderes y con toda la nación, pero luego de la venida de Cristo esa relación se llegó a dar ahora con la Iglesia de Cristo, sus líderes y miembros en general. En todas las Escrituras vemos a Dios relacionándose tanto con individuos cómo con un colectivo de creyentes. El Señor siempre ha querido que todos los creyentes le sigan, no solamente unos cuantos.

En la conquista de Jericó no solo se necesitaba de la fe de Josué como líder para que Dios les entregara la ciudad, sino que se requería de la fe colectiva de todo el pueblo para seguir al pie de la letra el plan de Dios de rodear en silencio por seis días, solo los sacerdotes irían tocando los cuernos, y en el séptimo día hacer lo mismo, pero por siete veces, y al final dar un grito colectivo de guerra cuando los cuernos eran tocados por los sacerdotes (v. 8-16).
Por un momento, pensemos en aquellos que estaban en Jericó, viendo a sus enemigos caminar alrededor de la ciudad por siete días, y todo el tiempo en silencio, y después lo que ellos pensarían cuando el estruendo de los gritos y los cuernos hicieron que cayeran los muros, esto tuvo que desconcertarlos tanto que un pánico generalizado invadió sus corazones, de tal manera que cuando vieron a los israelitas subir el muro, ellos ya no tenían aliento para combatir y fueron destruidos inmediatamente (v. 20-21).
Solamente una fe colectiva los llevó a desarrollar una obediencia colectiva. Muchas veces en las iglesias o en cierto grupo de personas que están sirviendo a Dios no se observa esa fe en conjunto, una fe que pudiera hacer mucho en favor del servicio al Señor. Tal vez seamos nosotros mismos quienes no favorecemos a esa fe contagiosa entre los demás.
Seamos creyentes de una fe que motive a otros a crecer en ella. El pueblo de Israel dependió de la fe de Josué para tomar esa misma confianza en Dios y hacerla suya. Seamos movilizadores de fe o aprendamos de otros que ya tienen esa fe y hagamos de ella una fuente en favor de todos, tanto que nos lleve a la obediencia, y ahí veremos maravillas de Dios obrando en medio de un pueblo de una fe victoriosa.
¿Cómo puede usted ayudar a otros a desarrollar una fe obediente en Dios?

«Dios no espera que unos pocos tengan una gran fe, sino que todo Su pueblo confíe plenamente en Él»
Ministerio UMCD