Isaías 66:1, 2
“Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.”
Un artículo escrito en el 2013 decía: «Bajo el título del edificio más grande del mundo, el «New Century Global Center», se ha convertido en uno de los elementos clave dentro de la economía china. Con 100 metros de altura y cerca de 1.7 millones de metros cuadrados, esta construcción alberga oficinas, hoteles, centros comerciales, cines, pueblos mediterráneos y un sin fin de atracciones bajo una temática marina (solo basta ver el techo de este edificio) … Su construcción inició en el 2010 y hace unos días se dio a conocer al mundo entero. La idea principal es que quien trabaje o habite en tan magna construcción encuentre todo lo necesario para vivir sin necesidad de poner un pie en el mundo real.»
Impresionante descripción del New Century Global Center, pero ni ello se compara con lo gigantesco que es el planeta y el cielo a su alrededor. En el tiempo del rey Salomón se construyó una de las obras más grandes de aquella época conocida, y eso tampoco fue suficiente. Nada que pueda construir el hombre podrá albergar la plena presencia de Dios. El mismo Señor nos dice que Su trono es el cielo, y que la tierra Su estrado (Is 66:1).
Salomón, cuando terminó de construir el templo en Jerusalén, el día de la dedicación, expresó que “los cielos y los cielos de los cielos” no pueden contener Su presencia. Pero en contraste con la grandeza de Dios, la posibilidad de que el hombre sea escuchado es real (2 Cr 6:18-21).
Nuestro Gran Dios, aun con su grandeza, puede y quiere habitar en el corazón quebrantado y humilde del hombre que tiembla ante Su Palabra (Is 66:2). Una persona que ama Su Palabra y la obedece con temor siempre será amado por Dios, y es la promesa de Jesucristo que es con esos con quienes Él y el Padre vendrán a tener una relación íntima de amor, donde las manifestaciones de Dios serán constantes y evidentes (Jn 14:21, 23).
Cada uno de nosotros tenemos la increíble oportunidad de disfrutar de la presencia de Dios en nuestras vidas, lo que Él requiere es que seamos humildes y obedientes. Reconocer la grandeza de Dios nos lleva siempre a postrarnos humildes ante Él, y es esta actitud la que nos permitirá acercarnos ante Él por medio de nuestra fe en Cristo y obedecerle con agrado y reverencia.
¿Quiere disfrutar de la grandiosa presencia de Dios? Lo único que requiere es ser humilde y temeroso de Su Palabra.
«Padre, gracias te doy por querer compartir Tu presencia y amistad conmigo, indigno cuan soy»
Isaías 57:15
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.