Colosenses 4:2-5
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.”
Tal vez usted sea una persona como yo, a la cual le cuesta orar, y más, orar por mucho tiempo. Para una gran cantidad de creyentes la vida de oración es casi inexistente, o es tan mínima, que parecería que no la tuviera. Para otros, en cambio, la oración es una parte de la relación diaria de amor con Dios, pero no es tan importante. Solamente una corta oración diaria al levantarse y otra al acostarse. Pero para pocos, la oración es más que una simple rutina, es una experiencia vital y emocionante en su comunión diaria con Dios.
Lo cierto es que muchos de nosotros podremos valorar más la lectura de la Biblia antes que orar. Ambas son tan necesarias, como lo es la conversación cuando se encuentran dos individuos. Si solamente leemos la Biblia y no oramos, entonces se puede volver un poco en un monólogo, pero sin adoración plena. Para aquellos que solamente oran por un poco de tiempo y no leen la Biblia, la oración de ellos ser vuelve una petición frívola de un hijo esperando que el padre cumpla sus deseos. Pero, tanto la lectura como la oración deben ser ambas prolongadas, y ambas fervientes. El propósito primario de la oración debe ser la adoración a Dios; en segundo lugar, el alinearse a la voluntad de Dios mediante la búsqueda del perdón y el sometimiento para obedecer; y en tercer lugar, todo lo demás.
Pablo utiliza la palabra griega “proskartereo” (προσκαρτερέω, G4342) para expresar la idea de perseverar (“Perseverad en la oración…”). Esta palabra tiene una voz de mando fuerte, indicando que una persona tiene de dedicar su vida hacia algo. Es dar devoción. Cada uno de nosotros debemos ser devotos, o si desea decirlo, dar nuestro ser a una vida de oración.
Los apóstoles, cuando tuvieron que buscar a hermanos que ayuden a atender las mesas de los otros, pidieron a la congregación que buscaran entre ellos a los varones que llegarían a ser los diáconos, porque los apóstoles querían “(perseverar o persistir) en la oración y en el ministerio de la palabra.” (Hch 6:1-4)
Si realmente queremos ver nuestra vida transformada y llena del Espíritu Santo, debemos comenzar hacer de ella, una vida que sea devota a la oración, para lo cual debemos intencionalmente predisponernos a lograrlo.
Así como el atleta se ejercita por horas hasta que pueda dominar su actividad, nosotros debemos ejercitarnos con disciplina hasta que lleguemos a esa activa vida de intensa oración.
Jesucristo separaba tiempo para orar (Mr 1:35), los apóstoles separaron tiempo sin distracciones para orar (Hch 6:4), la iglesia perseveraba constante en la oración (Hch 1:14), y Pablo nos alienta a perseverar en ella. Es momento de considerar plenamente esta actividad espiritual, y hacer de nuestra vida una que sea alimentada y capacitada, no solo por la Palabra de Dios, sino también por la oración. ¿Qué puede hacer hoy para iniciar el camino hacia la devoción?
«Señor, te suplico me ayudes a vivir en la oración»
Hechos 1:14
“Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego…”