2 Crónicas 5:7, 13-14
“Y los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines; […] cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.”
Para el pueblo de Israel habían pasado cerca de 500 años desde que salieron de Egipto por medio de la mano poderosa de Dios y se habían ubicado en la tierra que había sido prometido a los patriarcas cerca de 1.000 años atrás.
Dios había hecho una promesa hermosa a Abraham indicándole que de él saldría una nación que sería de bendición para todas las naciones de la tierra (Gn 12:1-3). Cuando Abraham llegó a Canaán, el Señor le promete darle esa tierra para su descendencia, por lo que el patriarca adoró a Dios (Gn 12:7). Pero Dios le había dicho también que sus descendientes irían a servir en Egipto, y después de 400 años ellos serían librados y llevados a tomar posesión de esa tierra prometida (Gn 15:13-21).
Ya cuando Dios decidió librar a los hijos de Abraham, levantó a Moisés para que lidere esta campaña bajo Su guía y poder. Al salir de Egipto, se reúnen ante el Monte Sinaí, y fue ahí donde reciben las instrucciones para construir el tabernáculo y el arca del testimonio (Éx 25 -27). Y aunque desobedecen en su primer intento de entrar en Canaán (Nm 14:1-38), Dios les daría otra oportunidad bajo el liderazgo de Josué años después (Dt 31:1-9).
Después de la muerte de Josué, y ya el pueblo estando en la tierra dada por Dios, los israelitas se apartaron varias veces del Señor, por lo cual fueron castigados, pero al final, y ya bajo el liderazgo de David, el segundo rey de Israel, Dios había dado paz y prosperidad. Los días estaban dándose tal cual habían sido prometidos. Dios bendecía abundantemente, y el pueblo lo sabía. Salomón, bajo preparativos de su padre David, construye el templo en Jerusalén y ofrece una gran ceremonia de agradecimiento (2 Cr 5), y el momento que introducen el arca del testimonio en el lugar santísimo todos comienzan a alabar a Dios dando gracias por sus misericordias, haciendo que la casa del Señor se llene de Su gloria (2 Cr 5:13, 14). El pueblo había reconocido que, a pesar de su falta de fe y obediencia, Dios no había dejado de ser misericordioso y fiel con ellos.
¿Cuándo fue la última vez que dimos gracias a Dios reconociendo sus infinitas misericordias y su eterna fidelidad hacia nosotros? No podemos negar que cada uno de nosotros hemos tenido nuestros buenos y malos días en nuestro caminar junto a Jehová, y a pesar de ello, no hemos dejado de ver Su fidelidad y misericordia a nuestro favor. Vivamos siempre agradecidos por el inmerecido amor de Dios.
«Muchas gracias Padre por Tu misericordia y fidelidad»
Salmos 89:1
“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; De generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.”